Foto impensable hace no tanto.
No es que sea yo excesivamente futbolero, pero en los grandes eventos, como viene a ser este mundial, que por si alguien no se ha dado cuenta, ha ganado España, sí que suelo seguirlo un poco más, ya que una vez cada 4 años, no hace daño.
Si encima le sumamos que por primera vez en la Historia, España ha ganado un mundial de fútbol, tenemos que el de ayer no era un partido cualquiera, y componentes no faltaban para la emoción. Así que, siguiendo el rito de quedar con amigos para ver el partido (pues ver el fútbol solo se me hace muy aburrido, no lo concibo sin ese componente de engorilamiento gregario que tiene, y curiosamente el único partido que he visto en soledad fue la derrota ante Suiza) y de disfrutar y sufrir en compañía, en un bar repleto hasta la bandera de aficionados a la selección.
Del partido en sí, del gol de Iniesta, de las agresiones holandesas (ayer más "Barrios bajos" que países) del sorprendente arbitraje, de las intervenciones de Casillas, dentro y fuera del campo... ya hay bastante escrito y más que habrá, por lo que me centro en los pequeños detalles, en la sensación agradablemente surrealista de no saber qué era más sorprendente, si ver a España ganar un mundial de fútbol, la plaza Moyúa abarrotada por hinchas de la selección o que sonara el himno en un bar de Pozas.
Desde luego, me quedo con los gritos del ansiado gol, estar conteniendo la euforia 115 minutos y soltarla de golpe... orgásmico.
También disfruté cuando al salir del bar me encuentro el suelo lleno de los inevitables papelitos de los antis resentidos, afirmando con la boca grande "yo paso de la roja". Caballeros, son ustedes libres de estar en contra de lo que quieran, yo a nadie le obligo a alegrarse por nada, pero quiero señalar lo absurdo que me parece. Yo paso de la Fórmula 1 y no me verán repartiendo papelitos en los que diga pasar de Fernando Alonso.
Y tras el partido la celebración. Moderada, que hoy es lunes y tocaba madrugar, pero espectacular ver la Plaza Moyua lena, sí LLENA, de gente celebrando con alegría el histórico triunfo, con gritos de "Ari, ari, ari, Iniesta Lehendakari", y bocinas de coches que se oyeron hasta bien entrada la madrugada.
Vale, un mundial de fútbol no hará que se acabe la crisis, ni que baje el paro, ni que me descongelen y repongan el sueldo, ni que agilicen las obras de mi salón, ni nada de eso. Pero tampoco va a hacer que empeoren, y por cuanto yo sé, alegrarse no es malo. Y desde luego, me alegro por dos cosas. Una, porque mi equipo ha ganado el mundial, y dos, por todos los antis porculeros que no solo querían que perdiera España (cosa totalmente legítima) sino que se dedicaban a hacer gala activa de ello. Todos aquellos que han sido suizos, hondureños, chilenos, portugueses, paraguayos, alemanes y ayer holandeses, sin saber ni un jugador de estos países.
Y porque, qué cojones, alegrarse es gratis.
Si encima le sumamos que por primera vez en la Historia, España ha ganado un mundial de fútbol, tenemos que el de ayer no era un partido cualquiera, y componentes no faltaban para la emoción. Así que, siguiendo el rito de quedar con amigos para ver el partido (pues ver el fútbol solo se me hace muy aburrido, no lo concibo sin ese componente de engorilamiento gregario que tiene, y curiosamente el único partido que he visto en soledad fue la derrota ante Suiza) y de disfrutar y sufrir en compañía, en un bar repleto hasta la bandera de aficionados a la selección.
Del partido en sí, del gol de Iniesta, de las agresiones holandesas (ayer más "Barrios bajos" que países) del sorprendente arbitraje, de las intervenciones de Casillas, dentro y fuera del campo... ya hay bastante escrito y más que habrá, por lo que me centro en los pequeños detalles, en la sensación agradablemente surrealista de no saber qué era más sorprendente, si ver a España ganar un mundial de fútbol, la plaza Moyúa abarrotada por hinchas de la selección o que sonara el himno en un bar de Pozas.
Desde luego, me quedo con los gritos del ansiado gol, estar conteniendo la euforia 115 minutos y soltarla de golpe... orgásmico.
También disfruté cuando al salir del bar me encuentro el suelo lleno de los inevitables papelitos de los antis resentidos, afirmando con la boca grande "yo paso de la roja". Caballeros, son ustedes libres de estar en contra de lo que quieran, yo a nadie le obligo a alegrarse por nada, pero quiero señalar lo absurdo que me parece. Yo paso de la Fórmula 1 y no me verán repartiendo papelitos en los que diga pasar de Fernando Alonso.
Y tras el partido la celebración. Moderada, que hoy es lunes y tocaba madrugar, pero espectacular ver la Plaza Moyua lena, sí LLENA, de gente celebrando con alegría el histórico triunfo, con gritos de "Ari, ari, ari, Iniesta Lehendakari", y bocinas de coches que se oyeron hasta bien entrada la madrugada.
Vale, un mundial de fútbol no hará que se acabe la crisis, ni que baje el paro, ni que me descongelen y repongan el sueldo, ni que agilicen las obras de mi salón, ni nada de eso. Pero tampoco va a hacer que empeoren, y por cuanto yo sé, alegrarse no es malo. Y desde luego, me alegro por dos cosas. Una, porque mi equipo ha ganado el mundial, y dos, por todos los antis porculeros que no solo querían que perdiera España (cosa totalmente legítima) sino que se dedicaban a hacer gala activa de ello. Todos aquellos que han sido suizos, hondureños, chilenos, portugueses, paraguayos, alemanes y ayer holandeses, sin saber ni un jugador de estos países.
Y porque, qué cojones, alegrarse es gratis.
2 comentarios:
Los que obligais sois los españoles, prohibiendole jugar en partidos oficiales a la selección de este pueblo, la de Euskal Herria.
En la plaza de Moyua solo habia 300 fatxas y zanganos como tú
Me alegra que te tomes la molestia de insultarme, pero ya que vienes a provocar, al menos podrías tener el valor de firmar. ;)
Y como provocar sabemos todos:
Zorionak, TU selección nacional es campeona del mundo en fútbol. :)
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