El mostrador es un buen indicativo de que la estupidez humana no entiende de edad, sexo, religión, raza, ni prácticamente ninguna concidión humana. Es, sin duda, lo más igualitario que existe. Eso está bien, porque permite combatir prejuicios. Pero no tan bien cuando nos encontramos con un "afectado".
El mostrador, como la mayoría, tiene una máquina que da números (a lo pescadería), y cuando al usuario le toca el turno, pues se le atiende. Rara vez da problemas, pero alguna vez sí que viene alguien que, por despiste o picaresca (sobre todo lo primero) viene cuando no le toca. Un "todavía no te toca" suele ser suficiente en el 99,99% de los casos.
Pero a veces sucede que no todos se muestran tan receptivos. Y ayer fue el caso. Después de atender a un usuario di al botón, y comparecieron dos candidatos. Uno, el legítimo poseedor del número 35 y otro, que venía sin número ni nada. Intenté explicarle que tenía que coger número, pero no había forma. El señor 35 decide en ese momento ceder amablemente su turno.
Paralelamente mi compañera terminaba de atender a un usuario, y marcaba el botón, que lógicamente daba paso al 36. En la composición mental del señor 35, claro, eso significaba que "he cedido mi turno, pero en vez de esperar a que terminen de atender al que he dejado pasar, voy a ir ahora", y se fue derechito al mostrador. Claro, ahí estaba el señor 36, que entre sus malvados planes tenía el de ser atendido. Mire usted qué cosas.
Y aquí empezó el show del señor 35, que no contento con la situación, se dedicó a increpar a todo el mundo, y llegó a agredir (un empujón) al 36, encararse con el de seguridad, etc.
Para más inri, cuando le atendimos demostró que, en efecto, era un cretino integral, que venía a quejarse sin motivo, y no atendía a razones. Por más que tanto mi compañera como yo, y una trabajadora social que bajó después, le explicamos una y otra vez lo mismo.
Después pensé que tal vez lo adecuado habría sido decirle "usted ha decidido amablemente ceder su turno, con todas sus consecuencias. De modo que ya se ha gastado su cita previa, si quiere hacer nuevas consultas, tendrá que pedir otra". Ganas me dieron, la verdad...
El mostrador, como la mayoría, tiene una máquina que da números (a lo pescadería), y cuando al usuario le toca el turno, pues se le atiende. Rara vez da problemas, pero alguna vez sí que viene alguien que, por despiste o picaresca (sobre todo lo primero) viene cuando no le toca. Un "todavía no te toca" suele ser suficiente en el 99,99% de los casos.
Pero a veces sucede que no todos se muestran tan receptivos. Y ayer fue el caso. Después de atender a un usuario di al botón, y comparecieron dos candidatos. Uno, el legítimo poseedor del número 35 y otro, que venía sin número ni nada. Intenté explicarle que tenía que coger número, pero no había forma. El señor 35 decide en ese momento ceder amablemente su turno.
Paralelamente mi compañera terminaba de atender a un usuario, y marcaba el botón, que lógicamente daba paso al 36. En la composición mental del señor 35, claro, eso significaba que "he cedido mi turno, pero en vez de esperar a que terminen de atender al que he dejado pasar, voy a ir ahora", y se fue derechito al mostrador. Claro, ahí estaba el señor 36, que entre sus malvados planes tenía el de ser atendido. Mire usted qué cosas.
Y aquí empezó el show del señor 35, que no contento con la situación, se dedicó a increpar a todo el mundo, y llegó a agredir (un empujón) al 36, encararse con el de seguridad, etc.
Para más inri, cuando le atendimos demostró que, en efecto, era un cretino integral, que venía a quejarse sin motivo, y no atendía a razones. Por más que tanto mi compañera como yo, y una trabajadora social que bajó después, le explicamos una y otra vez lo mismo.
Después pensé que tal vez lo adecuado habría sido decirle "usted ha decidido amablemente ceder su turno, con todas sus consecuencias. De modo que ya se ha gastado su cita previa, si quiere hacer nuevas consultas, tendrá que pedir otra". Ganas me dieron, la verdad...
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