-Arnold, ten cuidado, solo te queda un día para jubilarte. ¡Te dispararán!
-No te preocupes, pequeña, han subido la edad a los 67.
El Último Desafío es exactamente lo que nos prometen: Schwarzenegger protagonizando una película de acción escapada de finales de los 80, con tiros, persecuciones, peleas, malos-malísimos y situaciones absurdas. Casi se podía haber titulado McBein: La película.
El argumento no puede ser más arquetípico: un maloso, jefe de uno de los cárteles más violentos va a ser trasladado a prisión, y pese a todas las medidas de seguridad del FBI (medidas que casi servirían para evitar que alguien robara el caramelo a un niño), el maloso se escapa, y va en su coche deportivo robado hacia la frontera con México, mientras toda la policía del país trata de capturarlo.
Pero gracias a su enorme despliegue de medios y su plan perfectamente urdido, logra poner en jaque a todo el FBI, logrando incluso que le pierdan la pista. Así hasta que un momento en el que tiene que cruzar la frontera, y elige para ello un tranquilo y apacible pueblo fronterizo en el que nunca pasa nada.
Grave error. Con lo que no contaba es con que el alcalde de ese pueblo es nada menos que Arnold Schwarzenegger. Y no llevará nada bien que le hagan trabajar en su día libre. Así, Arnold y sus amigos (entre ellos el pirado dueño del museo de armas) tratarán de evitar que el pérfido mafioso atraviese la frontera, o al menos de retenerlo hasta que lleguen las fuerzas del orden.
Si la película fuera realista, pasaría lo siguiente: llega el mafioso al pueblo, el sheriff y todos los habitantes son volatilzados y el malo pasa como si tal cosa. De hecho, si la película fuera realista, terminaría en el minuto 5, con el malo convenientemente trasladado de una cárcel a otra.
Pero seamos serios, una película protagonizada por Schwarzenegger y llamada "El último desafío" ni puede ni debe ser realista. Aquí los coches explotan cuando les disparas, los agentes del FBI son unos incompetentes y los sicarios más duros del mundo palidecen ante un paleto con una carabina.
El resultado es lo que uno puede esperar, una película palomitera y llena de clichés, sin más pretensiones que la de entretener durante un par de horas. Si se va con ese chip, gustará.
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