Por lo que fue Yugoslavia.
Thesalonika-Belgrado: "Los 2,5 € del billete, los pagamos de buen grado".
Habíamos llegado a Salónica, y ahí nos encontramos sin saberlo con una persona que casi nos la lía, y de qué manera, más adelante. Pero todo a su debido momento. Habíamos llegado a esta ciudad, en la que nuestro único interés era pernoctar hasta que saliera el tren a Ljubljana (Eslovenia). Dicho tren salía a las 7:23, por lo que no nos salía a cuento ponernos a buscar alojamiento, y dado que no nos dejan hacer noche en la estación, acabamos durmiendo a la intemperie. Rodeados de otros mochileros, pero en plena vía pública. La cartera con el dinero y la documentación bien guardadas en la parte más profunda del saco, y conseguimos dormir bastante bien.
Sabíamos que había que pagar un suplemento, ya que aunque tanto Grecia como Eslovenia entraban dentro del billete de Interraíl, teníamos que cruzar varios países que no. Sin embargo, el suplemento resulta ser realmente barato: 12,5 euros... por 5 personas (Nosotros dos, y los 3 madrileños que hacían la misma ruta).
El viaje en tren sigue siendo largo, y cruzamos Macedonia, donde casi la liamos confundiéndonos de tren en un puesto fronterizo (te hacen bajar para sellar el pasaporte, y luego vuelves, y con las prisas casi nos subimos a uno que no era el nuestro). De Macedonia poco que contar, aparte de los inevitables chistes con la fruta.
Unas horas después, entramos en territorio serbio, donde los militares son bastante numerosos (no hacía tanto de la guerra), y no recuerdo bien en qué momento, un militar deja un paquete en nuestro camarote y se marcha.
Pero ese no es el susto más gordo del viaje. Este viene más adelante.
Primero llegamos a Belgrado. Allí nos despedimos de los madrileños, y el tren sigue su viaje a Eslovenia.
Belgrado-Ljublijana: "Esperemos que en Croacia, no nos la líen en la aduana".
Pasado Belgrado, en uno de los múltiples controles, y en medio de la noche, el revisor viene y nos pide los billetes. Los mira con cara de pocos amigos, como si le dieran asco, y nos los señala. Veo con horror que la taquillera de Salónica nos había dado billetes para Belgrado, y que por lo visto al darse cuenta de que se había confundido, en vez de imprimir bien los billetes, se había limitado a escribir por encima a mano "Ljubljana". Y claro, explícale a un malhmorado revisor croata, que además no sabe inglés, que eso no es culpa tuya y que te acabas de enterar.
Se lleva billetes y pasaportes y vuelve al de un rato (bastante angustioso, dicho sea de paso) acompañado por un militar. Le explica la situación y el militar nos pide los pasaportes de nuevo. Se queda mirándolos y se va. Le pregunto con voz temblorosa "¿problem?". Y cuando me responde "no", suspiro aliviado. Nunca un "no" fue tan gratificante.
Y finalmente, tras 48 horas, de largo viaje en tren, llegamos a nuestro destino: Eslovenia.
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