¡Domando a la bestia!
Diría que vuelvo al mundo tras recuperar horas de sueño pero mentiría, pues si una cosa he podido hacer bien a gusto estos días es dormir. No fue así el jueves, que tuvimos que madrugar mucho para coger el avión a Barcelona las 7 de la mañana. Una vez en El Prat cogimos el coche de alquiler y nos encaminamos a Miami Platja (justo pasado Cambrils), haciendo una pausa en un área de servicio a medio camino para dormir un poco, que conducir con sueño es mala idea.
Una vez allí, cogimos el apartamento, nos dimos un baño, comimos, echamos una siesta larga y a la playa, aprovechando también la tarde para hacer las compras imprescindibles, como el pato hinchable que se ve en la foto.
El viernes por la mañana terminamos de inflar al pato, que es bautizado con el nombre de Pascasio y nos vamos con él a hacer el tonto a la playa. Baño, tomar el sol, comer en la terraza del apartamento, más playa y a cenar a Cambrils.
El sábado una rutina parecida, cambiando el "viaje" a Cambrils por un paseo por el pueblo y unas pizzas en la playa, que tardan lo suyo en darnos.
El domingo más de lo mismo, pero Pascasio se queda en casa por la mañana, que estaba el mar muy embravecido (dentro de lo embravecido que pueda estar una playa de la Costa Dorada, claro). Baño, comer en la terraza de nuevo (con su preceptiva siesta, claro) y más playa. Por la noche, a cenar una soberbia paella de marisco a Cambrils, al mismo sitio del año pasado, que desde que vi la pinta que tenían, tenía ganas de paella de aquel sitio.
Lunes, ya el último día (¡qué rápido se pasa lo bueno!), baño matutino, abandonar la playa entre desgarradores gritos de "no me quiero ir", comer el pollo que habíamos encargado, limpiar y ordenar el apartamento y al coche. Sin muchos incidentes llegamos al Prat, devolvemos el coche y en un avión que sale más o menos a su hora, de vuelta en Bilbao.
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