Cartel amarillo, casi formulaico.
Siempre suelo decir que me gustan las películas honestas, y esta lo es. Un previsible pasarratos con momentos entretenidos y un final buenrollista que sirve para cubrir el expediente si se sabe lo que se va a ver. Porque, a ver, evidentemente está repleto de tópicos (a ratos casi parecía un intento de hacer un Vaya Semanita a la asturiana, pues se desarrolla en Gijón), supuestas sorpresas que se ven venir a leguas y otras que son un completo sinsentido (eso, o de verdad que el cuerpo de policía municipal de Gijón es digno de estudio por varios factores), pero creo que eso el espectador ya debería intuirlo antes de entrar a la sala: esto es un pasarratos.
La historia va de que Santiago, el típico perdedor de manual, se está divorciando pero le toca la lotería, aunque para evitar compartir la mitad del premio con su todavía mujer (con el 1351 del Código Civil hemos topado), debe evitar que se sepa que tiene ese dinero, y se mete en un complicado lío de vivir como un rico mientras sigue fingiendo que es pobre, lo que dará lugar a todo tipo de enredos.
¿Lo bueno? Que esta película da de sí lo que se intuye que va a dar.
¿Lo malo? Que esta película no da de sí más que lo que se intuye que va a dar.
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