Ya de vuelta en Bilbao, procedo a reseñar el frío fin de semana transcurrido en Lodosa. Ya el viernes mi llegada a Pamplona era acompañada por una soberbia nevada que al día siguiente tenía los coches con gruesas capas de nieve.
Llegamos a Lodosa, donde el frío hiela la sangre, y procedo a comprar unas botas nuevas, pues hábilmente me había traído las ajadas zapatillas que uso para ir al gimnasio, que eran un jodido colador para el agua.
Durante el día ni tan mal, apiñaditos en el salón, jugando a juegos de mesa (Galactica, Noviembre Rojo, Cifras y Letras, Catán, Dixit, Bang, Buzz It y algunos al Poker) y comiendo cantidades ingentes, ya que comida precisamente no faltaba. Haciendo unas risas y pasándolo bien.
No se puede decir lo mismo de la noche, ya que las habitaciones de arriba no tienen calefacción, y a pesar de la estufa, los 4 grados bajo cero (4 sillas de frío) impiden dormir bien, y no pego ojo en toda la noche. Al día siguiente, viendo que la única estancia medianamente habitable es el salón, optamos por atrincherarnos ahí, cual si de una crisis zombi se tratara. Y dormimos la segunda noche en el mismo salón, bastante más cómodamente.
El sábado a la noche algo de alcohol, que siempre se agradece para entrar en calor, pero algo me sienta mal y decido dejar pronto de beber. Me hago viejuno y tal.
Ayer vuelta a Pamplona, donde no contentos con el festival de juegos de mesa, quedamos otra vez para jugar al Kraghmorta y al Bang hasta altas horas de la madrugada. Y hoy ya, de vuelta en Bilbao.
Llegamos a Lodosa, donde el frío hiela la sangre, y procedo a comprar unas botas nuevas, pues hábilmente me había traído las ajadas zapatillas que uso para ir al gimnasio, que eran un jodido colador para el agua.
Durante el día ni tan mal, apiñaditos en el salón, jugando a juegos de mesa (Galactica, Noviembre Rojo, Cifras y Letras, Catán, Dixit, Bang, Buzz It y algunos al Poker) y comiendo cantidades ingentes, ya que comida precisamente no faltaba. Haciendo unas risas y pasándolo bien.
No se puede decir lo mismo de la noche, ya que las habitaciones de arriba no tienen calefacción, y a pesar de la estufa, los 4 grados bajo cero (4 sillas de frío) impiden dormir bien, y no pego ojo en toda la noche. Al día siguiente, viendo que la única estancia medianamente habitable es el salón, optamos por atrincherarnos ahí, cual si de una crisis zombi se tratara. Y dormimos la segunda noche en el mismo salón, bastante más cómodamente.
El sábado a la noche algo de alcohol, que siempre se agradece para entrar en calor, pero algo me sienta mal y decido dejar pronto de beber. Me hago viejuno y tal.
Ayer vuelta a Pamplona, donde no contentos con el festival de juegos de mesa, quedamos otra vez para jugar al Kraghmorta y al Bang hasta altas horas de la madrugada. Y hoy ya, de vuelta en Bilbao.
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