Las cosas de palacio van despacio, y a veces esto supone una verdadera putada. Especialmente cuando tienes derecho a cobrar una ayuda, pero los trámites burocráticos, sean de la índole que sean, hacen que tardes varios meses en cobrarla. La cosa fluctúa, pero lamentablemente hemos tenido picos en los que desde que una persona pedía la ayuda hasta que efectivamente la cobraba, tenía que esperar del orden de más de 6 meses.
La tardanza, salvo excepciones, suele ser por causas justificadas (generalmente la acumulación de las mismas), pero también es cierto que para el que la espera es un prejuicio que muchas veces no tienen por qué soportar. Y por tanto, tienen todo el derecho del mundo a quejarse.
Claro. El problema es que hay quien se queja, y hay quien se queja. Algunos los piden de mejor forma y otros de peor manera. Jurídicamente eso poco importa, si tienen derecho, nadie les puede impedir que lo ejerciten. Ahora bien. Hay quejas que resultan cuando menos insólitas, como una, cuya literalidad no puedo aquí transmitir, pero que venía a decir algo como esto:
"Pedí la ayuda económica hace varios meses, pero como tardáis en concedérmela, no he tenido más remedio, para vivir, que ponerme a trabajar".
Claro, uno lee eso y alucina. ¿De verdad somos tan cabrones, que forzamos que la gente tenga que buscar un empleo para vivir? Hay días en los que casi me avergüenzo de pertenecer al aparato foral. Ese pobre hombre, al que hemos arruinado la vida (o por lo menos los lunes) debería habernos llamado, para que se lo tramitáramos urgente (dejando de lado los demás expedientes, que pueden esperar) o si acaso habernos llamado, que ya iríamos nosotros a hacer su trabajo. ¿Pero, ponerse a trabajar? ¡Por el amor de Dios, eso lo último!
La tardanza, salvo excepciones, suele ser por causas justificadas (generalmente la acumulación de las mismas), pero también es cierto que para el que la espera es un prejuicio que muchas veces no tienen por qué soportar. Y por tanto, tienen todo el derecho del mundo a quejarse.
Claro. El problema es que hay quien se queja, y hay quien se queja. Algunos los piden de mejor forma y otros de peor manera. Jurídicamente eso poco importa, si tienen derecho, nadie les puede impedir que lo ejerciten. Ahora bien. Hay quejas que resultan cuando menos insólitas, como una, cuya literalidad no puedo aquí transmitir, pero que venía a decir algo como esto:
"Pedí la ayuda económica hace varios meses, pero como tardáis en concedérmela, no he tenido más remedio, para vivir, que ponerme a trabajar".
Claro, uno lee eso y alucina. ¿De verdad somos tan cabrones, que forzamos que la gente tenga que buscar un empleo para vivir? Hay días en los que casi me avergüenzo de pertenecer al aparato foral. Ese pobre hombre, al que hemos arruinado la vida (o por lo menos los lunes) debería habernos llamado, para que se lo tramitáramos urgente (dejando de lado los demás expedientes, que pueden esperar) o si acaso habernos llamado, que ya iríamos nosotros a hacer su trabajo. ¿Pero, ponerse a trabajar? ¡Por el amor de Dios, eso lo último!
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