Más pallá que pacá.
No me falló el instinto cuando vi el trailer y llamó poco mi atención, con ese aire a lo Stranger Things, pero como no tenía nada mejor que hacer fui a verla y por desgracia no me equivocaba. En esta nueva entrega de Cazafantasmas que ignora la (digan lo que digan) excelente entrega de 2016, han intentado atacar directamente a la línea de flotación de la nostalgia y el homenaje, siendo verdad que consiguen darle un cierre muy bonito y emotivo, casi de los de soltar la lagrimilla. Pero se olvidaron de lo más importante, que era hacerla divertida.
Porque ha conseguido que me aburra como una ostra, entre otras cosas porque tarda en arrancar, es lenta y se pasa ratos muy largos en los que no sucede nada, lo que en una comedia de aventuras es un pecado mortal. Entiendo que hay que presentar a los personajes y tal, pero cuando lo que vas a contar es obvio (se intuye desde el principio que los niños son nietos de alguno de los Cazafantasmas originales, solo queda la duda de cuál, pero no hay que marear tanto la perdiz con eso) puedes agilizar un poco el tema. Es una película de dos horas y pico que perfectamente se podría haber quedado en una de 80 minutos quitando la paja. Está bien ver el reencuentro (aunque quede un poco pegote) de Murray, Akroyd y Hudson con el uniforme, pero ni eso salva la película.
¿Decepción? Ninguna, pues no esperaba nada de ella, pero aburrimiento sí y bastante. ¿Me habría gustado si la hubiera visto a la edad a la que vi la Cazafantasmas original? ¿Quién sabe? Puede que sí, pero la vi ayer y me gustó entre poco y nada.
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