Normalmente suelo escribir esto cuando acabo de llegar a casa, pero esta vez las Rolea tenían una peculiaridad: eran más cortas y terminaban ayer a la hora de la comida. Esto quiere decir que llegué a casa de madrugada, pero ahora lo detallaré, junto con el resto del relato.
El jueves por la mañana nos recogía el señor Heras, a mí primero y a Diego después, con el coche sobre las 10 de la mañana. Hasta Madrid sin incidencias, más allá del GPS que no quería que llegáramos al centro comercial en el que queríamos comer y se empeñaba en llevarnos a otro. Así que por no discutir le hacemos caso, comemos y rumbo al sur.
Paradita en Jaén para cenar (barato y muy rico) y luego a Torredonjimeno, un hostal en el que habíamos cogido habitación para no pegarnos la paliza con el coche el primer día de las jornadas. Barato pero frío de cojones.
Es ya viernes y toca ir a Mollina. Lo bueno de haber hecho lo gordo en la víspera es que solo nos toca estar dos horas en el coche (habrían sido hora y media, pero el GPS tenía opiniones).
Llegamos por fin a Mollina, nos acreditamos, tomamos posesión de las habitaciones comemos y empiezan las jornadas. Fundido al lunes.
Es lunes y ya hemos comido, en el propio CEULAJ. Ducha exprés, terminar de hacer la maleta, comer y al coche. Sin mucho que destacar, más allá de la resaca y el cansancio (no el conductor, que se cuidó de descansar bien y no pasarse con la fiesta) un viaje largo pero sin incidentes, parada para comer en Alcobendas y a la 1:30 de la madrugada ya estaban mis huesos tirados en la cama. Cansado pero con ganas de más.
En futuras entradas, como suele ser costumbre, la crónica de las jornadas en sí.
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