Esta película tiene a su favor, aunque suene raro decirlo, que es la secuela de La herencia Valdemar. ¿Y qué tiene de bueno esto? Bueno, tiene que yo como espectador (todavía no me explico por qué fui a verla) esperaba realmente poco de ella. Y no me importó que la película fuera ridícula.
Porque ridícula es la palabra que mejor define a esta especie de capítulo de Scooby Doo a la española, que desde el principio nos hace una declaración de intenciones con una introducción tan cutre como simpática.
Los personajes, totalmente caricaturescos, escapados de una mala partida de rol, con unos actores que a duras penas pueden tomarse en serio el personaje. Pues saben que cuanto más ahinco pongan en su labor, más risible queda el resultado.
La trama. Gozosamente divertida, deliciosamente ponzoñosa. Con guiños de brocha gorda al universo de Cthulhu, y repleto de referencias que solo los más frikis podríamos captar. Pero a la vez con patadas, como las tarántulas de Innsmouth, o un sortílego Lovecraft.
Unos malos tan de opereta como requiere la ocasión, y un climax que invita al espectador a vomitar de placer, sufrir de la risa o cualquier otra contradicción que exprese la risa que da ver a un mermado gran Cthulhu, al que arbitrariamente llaman Chultu, como si de una marca de chicles se tratara. Es difícilmente descriptible la sensación de risa y vergüenza ajena ver en el Necronomicón a un satanás judeocristiano, con sus cuernecillos y sus tentáculos, y otras tantas referencias aquí prostituidas.
La película puede ser disfrutada. Pero es requisito sine quae non el no tomarla en serio, pues puede producir frustración y sensación de estafa. Ayudaría también, aunque eso desemboque en más hilaridad estar al menos familiarizado con toda la cosmogonía Lovecraftiana que aquí malean.
Dicho lo malo, (o lo no bueno, o lo obscenbo y reptante, que para el caso en esta película viene a ser lo mismo) diré que me divertí bastante. Tal vez no del modo que lo pretendía la película, pero me divertí. Aplaudo también, de ser cierto, que la película tenga financiación totalmente privada, sin necesidad de tirar de subvenciones (aunque sigo en mis 13 de que he pagado dos veces por ver esta película, una por cada una de sus mitades) Pero no aplaudo las lamentables interpretaciones y el inexplicable uso del doblaje para determinadas escenas. ¿De verdad era necesario que doblaran a los periodistas?
Eso sí, lo que no les perdono es lo de Chultu...
Porque ridícula es la palabra que mejor define a esta especie de capítulo de Scooby Doo a la española, que desde el principio nos hace una declaración de intenciones con una introducción tan cutre como simpática.
Los personajes, totalmente caricaturescos, escapados de una mala partida de rol, con unos actores que a duras penas pueden tomarse en serio el personaje. Pues saben que cuanto más ahinco pongan en su labor, más risible queda el resultado.
La trama. Gozosamente divertida, deliciosamente ponzoñosa. Con guiños de brocha gorda al universo de Cthulhu, y repleto de referencias que solo los más frikis podríamos captar. Pero a la vez con patadas, como las tarántulas de Innsmouth, o un sortílego Lovecraft.
Unos malos tan de opereta como requiere la ocasión, y un climax que invita al espectador a vomitar de placer, sufrir de la risa o cualquier otra contradicción que exprese la risa que da ver a un mermado gran Cthulhu, al que arbitrariamente llaman Chultu, como si de una marca de chicles se tratara. Es difícilmente descriptible la sensación de risa y vergüenza ajena ver en el Necronomicón a un satanás judeocristiano, con sus cuernecillos y sus tentáculos, y otras tantas referencias aquí prostituidas.
La película puede ser disfrutada. Pero es requisito sine quae non el no tomarla en serio, pues puede producir frustración y sensación de estafa. Ayudaría también, aunque eso desemboque en más hilaridad estar al menos familiarizado con toda la cosmogonía Lovecraftiana que aquí malean.
Dicho lo malo, (o lo no bueno, o lo obscenbo y reptante, que para el caso en esta película viene a ser lo mismo) diré que me divertí bastante. Tal vez no del modo que lo pretendía la película, pero me divertí. Aplaudo también, de ser cierto, que la película tenga financiación totalmente privada, sin necesidad de tirar de subvenciones (aunque sigo en mis 13 de que he pagado dos veces por ver esta película, una por cada una de sus mitades) Pero no aplaudo las lamentables interpretaciones y el inexplicable uso del doblaje para determinadas escenas. ¿De verdad era necesario que doblaran a los periodistas?
Eso sí, lo que no les perdono es lo de Chultu...
No hay comentarios:
Publicar un comentario