La familia crece.
Hay infinidad de ejemplos que contradicen el tópico de que segundas partes no fueron buenas, pero Ocho apellidos catalanes no es uno de ellos.
Aunque sigue siendo graciosa, está a años luz de su antecesora, y deja de ser un festival de la risa constante para quedarse simplemente en una película simpática con momentos entretenidos y alguna que otra cosa graciosa, parte de ello probablemente porque cambia el objeto de los chistes, no siendo tópicos sobre vascos (aunque no desaparecen del todo) sino sobre catalanes. Y claro, siendo como soy de Bilbao, lógico es que me hagan más gracia unas coñas que otras, cosa que se ve en esta misma película, donde los chistes de vascos me gustaban más que los de catalanes.
Aceptado eso, se puede ver que no es tan terrible como la ponían las críticas y que es amena, superando además el bache inicial, con el comienzo un poco más soso. O dicho de otra forma, el hecho de que Karra Elejalde vaya de menos a más, pues no olvidemos que la "franquicia" es el show de Karra Elejalde, en esta ocasión parodiando al propio Karra Elejalde. Y se une al festival de parodiarse a sí misma la emblemática Rosa María Sardá.
El resultado, dos horas con chistes de hipsters (el nivel de hostiabilidad del personaje de Berto Romero es difícil de superar) e independentistas, con mucho Karra Elejalde y vueltas a la historia de amor de Rafa y Amaia. Una película de sota, caballo y rey, pero que ofrece una tarde divertida.
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