Otra ciudad de postal.
Quien crea haber visto Gante en la foto ha adivinado cuál ha sido nuestro destino de hoy.
Después de levantarnos y dar buena cuenta de nuestro desayuno nos hemos dirigido nuevamente a la estación de tren, donde tras sufrir un retraso de 24 minutos hemos tomado el tren que nos llevaba a Flandes, donde he ido roncando cual ceporro.
Una vez allí, paseo hasta el centro (media hora a pata) donde nos hemos encaminado al castillo. Muy recomendable y con la mejor audioguía que he escuchado nunca, con su estilo desenfadado y sus toques de humor.
Luego a comer en unos bancos, de una franquicia de pasta fast-food (Bull&Moose) antes de un decepcionante crucero por el canal (ha empezado tarde, la acústica era muy mala y no se ajustaba a la duración estimada). Luego hemos paseado por el centro de Gante y sus hermosos rincones, con la plaza del Ayuntamiento, San Nicolás, la catedral... Muy agradable y muy distinto de Brujas. Mientras que aquello es muy pueblo, Gante era una ciudad con vida. Ambas muy bonitas pero también muy diferentes.
Tras mucho andar hemos acabado volviendo a la estación de tren, donde hemos hecho (o intentado) la buena obra del día, al llevar a objetos perdidos la cartera llena de documentación que nos hemos encontrado tirada en la calle (espero que hayan localizado fácil a la propietaria).
Y por fin, de regreso a Bruselas, hemos ido a cenar la última cosa típica que nos faltaba
Cerveza: check
Chocolate: check
Patatas: check
Mejillones. Muchos mejillones. Mejillones hasta donde alcanza la vista, servidos en una olla que generaba mejillones infinitos, en un bar llamado Grimbergen (como la cerveza), que nos habían recomendado. Pantagruélica ración de mejillones por unos 24€, de la que pueden comer dos personas, tres, y si apuramos un poco, hasta 57.
Y finalmente, con 27822 pasos según mi pulsera, nos hemos retirado.
Luego a comer en unos bancos, de una franquicia de pasta fast-food (Bull&Moose) antes de un decepcionante crucero por el canal (ha empezado tarde, la acústica era muy mala y no se ajustaba a la duración estimada). Luego hemos paseado por el centro de Gante y sus hermosos rincones, con la plaza del Ayuntamiento, San Nicolás, la catedral... Muy agradable y muy distinto de Brujas. Mientras que aquello es muy pueblo, Gante era una ciudad con vida. Ambas muy bonitas pero también muy diferentes.
Tras mucho andar hemos acabado volviendo a la estación de tren, donde hemos hecho (o intentado) la buena obra del día, al llevar a objetos perdidos la cartera llena de documentación que nos hemos encontrado tirada en la calle (espero que hayan localizado fácil a la propietaria).
Y por fin, de regreso a Bruselas, hemos ido a cenar la última cosa típica que nos faltaba
Cerveza: check
Chocolate: check
Patatas: check
Mejillones. Muchos mejillones. Mejillones hasta donde alcanza la vista, servidos en una olla que generaba mejillones infinitos, en un bar llamado Grimbergen (como la cerveza), que nos habían recomendado. Pantagruélica ración de mejillones por unos 24€, de la que pueden comer dos personas, tres, y si apuramos un poco, hasta 57.
Y finalmente, con 27822 pasos según mi pulsera, nos hemos retirado.
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