A un cristal de ser el legítimo rey de Syldavia.
Ya de vuelta en Bilbao, tras un cansado camino de vuelta con dos vuelos, pero contento por lo que es el viaje en sí, me meto con el último día.
Por la mañana al ritual de la ducha y el desayuno le sigue el del checkout y dejar las cosas en el hotel para seguir turisteando un poco, viendo de nuevo la Grand Place y la familia Pis (Manneken, Jeanneke y el perrete meón: Zinneke). Vemos también un par de iglesias: San Nicolás y la catedral y nos metemos en el único museo del viaje (si excluimos de dicha categoría el castillo de Gante): el museo del cómic francobelga, que resulta ser muy divertido, y con referencias que me hacen volver a la infancia, sobre todo la parte de Tintín.
Un bachi-buzuk de los Cárpatos
De ahí a comer y hacer un poco de tiempo, lo que hemos aprovechado para ver algunos de los muchísimos murales callejeros de cómic que hay en esta ciudad, hasta que a las 5 hemos ido a la estación de trenes para encaminarnos al aeropuerto.
Ahí, lo típico: colas, arcos de seguridad, y un vuelo con escala en Madrid, hasta que hace escasos 30 minutos he llegado a casa, agotado pero contento.
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