Esto sí que es una penitencia de Semana Santa: gastar las vacaciones en trabajar.
Pues así por la tontería ya es el cuarto año (quinto si contamos las minijornadas de 2015) que mi asociación organiza las Ómicron, y en cuanto termine de escribir esta entrada salgo rumbo a Zalla, donde estaré estos días, en vez de descansando las vacaciones como una persona normal.
El domingo podré dormir, espero. Pero sobre todo espero ver por ahí a mucha gente.
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