El 2 fue el primero que jugué.
Más que una reseña al uso, que requeriría acordarme de los juegos mejor de lo que me acuerdo, esto es una visión a una de las sagas emblemáticas de un género que en su día me gustó mucho, que es el JRPG.
La descubrí, allá por primero de carrera, con el Breath of Fire II. Ya para entonces era bastante aficionado al juego, y JRPG que veía, JRPG que caía (era pobre para comprarlos, así que me surtía del club de intercambio de juegos del ya extinto Centro Mail), y me encontré con uno que me gustó bastante, y el II no suponía un problema, pues al igual que pasa con los Final Fantasy, cada uno es una historia distinta. Aunque quizás sería más comparable a lo que pasa con los Zelda, pues en todos nos cuenta diferentes historias de un mismo personaje; Rýu, el huérfano de pelo azul que descubre que pertenece a una estirpe de dragones y por el camino conoce a Nina, una princesa alada. Eso y algunos elementos más, como personajes zoomórficos, con capacidades únicas, y creo que a partir del III, la posibilidad de ir montando una aldea personalizada.
El II me gustó bastante, pero donde esta saga tocó techo fue en el III, ya para Playstation, pues de gran longitud y con una historia maravillosa, se convertiría en uno de mis juegos favoritos del género, compartiendo pedestal con otros grandes como Final Fantasy VI, Secret of Mana o Chrono Trigger.
Luego llegó el IV, para la Playstation II, que sin ser tan bueno como el III (el listón era muy alto) me gustó bastante, y tenía cosas simpáticas, como la posibilidad de lanzar ejércitos de hadas contra el enemigo, y años después, vía emulador, empecé a jugar el I, aunque no recuerdo bien por qué, no lo llegué a terminar.
Y esto viene a que en la eshop de la Nintendo Switch he visto que están los BOF I y II, y el recuerdo hizo que me haya apetecido escribir sobre ellos.
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