El cartel me gustó más que la serie.
En la pequeña y aislada comunidad de Crockett Island, donde sus habitantes son muy religiosos, empiezan a sucederse eventos extraños, que podrían interpretarse como milagros, coincidiendo con la llegada de un nuevo sacerdote, el padre Paul, que llega para sustituir al cura del pueblo de toda la vida, y el retorno de Riley Flynn, el hijo pródigo del pueblo, que llega tras cumplir una pena de prisión.
Esta serie ha tenido cierto éxito, y en parte lo entiendo, pues la atmósfera está muy lograda, logrando ambientar mucho esa comunidad tan cerrada y tan religiosa, a lo que ayudan algunas actuaciones excelentes, como Hamish Linklater como padre Paul y Samantha Sloyan como la odiosa Bev Keane.
Pero la serie tiene dos grandes problemas, por los que no me ha gustado nada. Uno es que en realidad no terminaba de interesame la historia que pretendía contar y otra su ritmo plomizo, a veces pedante, en el que por cada diálogo interesante (que los hay) me encontraba con 4 infumables y la sensación de que a veces quería contar en 20 minutos lo que se podía contar en 5. El capítulo final es una buena muestra de esto.
No voy a decir que sea especialmente mala, pero sí que esta serie no era para mí. Lo bueno, que aunque se me hacían largos (hora y pico de duración), solo tiene siete capítulos y la historia se queda bastante cerrada.
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