¿Iré de rojo o de verde?
Ya había comentado por aquí que cuando hace un par de meses se convocó la oposición para liquidadores (oficialmente técnicos medios de gestión financiera, creo), me inscribí un poco por probar a ver una oposición sin presión, e incluso me llegué a apuntar a una academia, por ver si me despertaba el gusanillo del estudio (spoiler: no sucedió y me borré al mes siguiente, después de ir a un par de clases y ver que no me motivaba nada).
La realidad es que no he estudiado absolutamente nada, y no solo por la pereza sino porque en realidad tampoco es que me motive especialmente lo de ser liquidador, entre otras cosas porque implicaría tener que trabajar en el edificio de Hacienda, que no me gusta, y renunciar a la comodidad de trabajar cerca de casa.
Tampoco ayuda, aunque sea por algo bueno, que el escenario haya cambiado de entonces a aquí. Cuando me inscribí no sabía lo que iba a pasar con el concurso de traslados y por eso quería un plan B. Pero ahora que, como parece que va a ser, voy a tener una plaza que sí quiero, mis ganas de abandonarla en el caso de una supuesta llamada se reducen entre bastante y mucho.
Tal es la desgana ahora mismo que estoy barajando seriamente que si surge la posibilidad de ir al examen como cuidador en vez de ir como participante, renunciar a hacerlo y ver los toros desde la barrera.
Lo que sí tengo claro es que iré sin estudiar y que, todo lo más miraré un poco el temario, aunque eso tampoco apostaría porque vaya a suceder. Lo más plausible parece que si voy, haré el test un poco como quien rellena una quiniela y a otra cosa mariposa.
De la fecha en cuestión, por cierto (12 de febrero) me he enterado de pura casualidad, para que se vea la importancia que le estoy dando.
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