Hace un tiempo vi medio capítulo de esta serie y ahí se quedó. No sé muy bien por qué, hace un par de semanas me dio por retomarla y me vi la primera temporada, y vista más o menos la mitad de la segunda me estoy planteando volver a dejarla.
Va de que José Coronado es Tirso Abantos, una versión madrileña del icónico Walt Kowalski de Gran Torino que regenta una ferretería en el barrio que da nombre a la serie. Un barrio conflictivo y lleno de criminalidad, pero como él es un exmilitar, y más duro que el turrón caducado, nadie le tose.
Todo marcha relativamente bien, con Tirso soltando sus racistadas y poniendo a los maleantes en su sitio hasta que su nieta, que está enrollada con uno de los malotes del barrio, se mete en problemas con unos narcotraficantes y se arma. Paralelamente, el agente de policía Ezequiel Fandiño (el mejor personaje de la serie de largo) juega a dos bandas para mantener el delicado equilibrio y que no se vaya la cosa de madre.
La primera temporada está razonablemente bien, pese a que el nivel actoral es lamentable (solo se salva Luis Zahera) y las tramas no son nada del otro jueves, pero la segunda cae rápidamente en lo ridículo, con personajes absolutamente inconsistentes (ahora te odio, ahora somos amigos, ahora no te ajunto, ahora sí, ahora te odiaré para siempre pero mañana se me pasa...) dignas de culebrón de sobremesa y, lo que es peor, la plomiza relación amorosa entre la nieta y el novio, con las actuaciones perpetradas por Nona Sobo y Felipe Londoño, que hacen buenos los primeros intentos de actuación de Mario Casas.
La sensación de que es dar vueltas a lo mismo una y otra vez y lo inconsistente de todo matan una serie que tampoco es que fuera gran cosa, pero cuando con el último capítulo estaba no ya con el móvil, sino directamente con la Nintendo Switch, es cuando me planteo que no pasa nada por dejar una serie a medias. Que no le debo nada a nadie.
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