Todavía arrastrando el cansancio y las consecuencias por los excesos de ayer, procedo a hacer breve crónica del día de ayer, en el que se casaron dos amigos míos.
Tocaba madrugar, pues la boda era en Lekeitio, y a las 10:30 había que coger un autobús. Llegamos a tiempo para lo que viene siendo la misa, amenizada por un cura bastante saleroso, y música de Star Wars. Luego fotos y al autobús de nuevo, que la comida era en Ereño.
La comida, como suele ser habitual, pantagruélica, y después barra libre, con delirantes conversaciones sobre destornilladores y cubatas voladores interceptados al vuelo.
Luego otra vez a Lekeitio, donde aparte de bares y cubatas, poco que contar. Pernoctamos allí, que teníamos albergue, y el domingo por la mañana, autobús de vuelta. Muérome.
Tocaba madrugar, pues la boda era en Lekeitio, y a las 10:30 había que coger un autobús. Llegamos a tiempo para lo que viene siendo la misa, amenizada por un cura bastante saleroso, y música de Star Wars. Luego fotos y al autobús de nuevo, que la comida era en Ereño.
La comida, como suele ser habitual, pantagruélica, y después barra libre, con delirantes conversaciones sobre destornilladores y cubatas voladores interceptados al vuelo.
Luego otra vez a Lekeitio, donde aparte de bares y cubatas, poco que contar. Pernoctamos allí, que teníamos albergue, y el domingo por la mañana, autobús de vuelta. Muérome.
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