Brandon Sanderson es un autor bastante exitoso en el ámbito de la literatura fantástica, tanto que fue él el elegido para continuar con la saga de la Rueda del Tiempo, del fallecido Robert Jordan. Me habían recomendado este autor, y tenía ganas de leer algo suyo, pero no ha sido hasta este Camino de los reyes (cortesía de mi señor vecino), que lo he catado.
El libro, que se supone la primera parte de una decalogía (La guerra de las tormentas), es bastante grueso, pero llaman bastante a la vista sus ilustraciones interiores, con detalles sobre el mundo de Alezkar, y algunos gráficos sobre cómo funciona su magia.
La historia básicamente, sin meterme en detalles, va sobre una guerra entre los Alezi (una sociedad en la que la posición social depende bastante del color de los ojos) y los misteriosos Parshendi. Sabemos también que años ha hubo una guerra, hoy ya mítica, y la narración nos irá enlazando la situación actual con aquella era legendaria.
Y básicamente 3 personajes protagonizan la historia; Kaladin, un soldado caído en desgracia y sometido a las duras condiciones de la esclavitud; Shallan, una joven erudita que acude (con ocultas intenciones) a estudiar bajo la tutela de la hermana del Rey, y Dalinar, un honorable caballero portador de una armadura esquirlada (armaduras mágicas de enorme poder, de las que hay muy pocas en el mundo).
Y a lo largo de los capítulos nos irá contando la evolución de los personajes y sus motivaciones, y nos irá describiendo el extraño mundo de Roshar, con sus abismos, su sistema político, sus religiones, su fauna y los spren: mágicas criaturas que rodean todo cuanto existe.
Una pega muy gorda que debo ponerle a la edición en castellano de este libro es su gran número de errores, algunos tipográficos y otros de traducción, que hacen que en ocasiones frases enteras carezcan de sentido, como traducciones de nombres que se hacen en unos sitios sí y en otros no, o momentos como "-Fulanito- dijo Fulanito".
No me ha atrapado desde luego como otras obras del género (la sombra de George R. R. Martin es alargada), y sí que a veces da la impresión de que demasiada página para contar poca cosa, pero se deja leer. Y teniendo en cuenta el tocho que es (cariñosamente me refería a él como "el tumbaburros"), es de agradecer.
El libro, que se supone la primera parte de una decalogía (La guerra de las tormentas), es bastante grueso, pero llaman bastante a la vista sus ilustraciones interiores, con detalles sobre el mundo de Alezkar, y algunos gráficos sobre cómo funciona su magia.
La historia básicamente, sin meterme en detalles, va sobre una guerra entre los Alezi (una sociedad en la que la posición social depende bastante del color de los ojos) y los misteriosos Parshendi. Sabemos también que años ha hubo una guerra, hoy ya mítica, y la narración nos irá enlazando la situación actual con aquella era legendaria.
Y básicamente 3 personajes protagonizan la historia; Kaladin, un soldado caído en desgracia y sometido a las duras condiciones de la esclavitud; Shallan, una joven erudita que acude (con ocultas intenciones) a estudiar bajo la tutela de la hermana del Rey, y Dalinar, un honorable caballero portador de una armadura esquirlada (armaduras mágicas de enorme poder, de las que hay muy pocas en el mundo).
Y a lo largo de los capítulos nos irá contando la evolución de los personajes y sus motivaciones, y nos irá describiendo el extraño mundo de Roshar, con sus abismos, su sistema político, sus religiones, su fauna y los spren: mágicas criaturas que rodean todo cuanto existe.
Una pega muy gorda que debo ponerle a la edición en castellano de este libro es su gran número de errores, algunos tipográficos y otros de traducción, que hacen que en ocasiones frases enteras carezcan de sentido, como traducciones de nombres que se hacen en unos sitios sí y en otros no, o momentos como "-Fulanito- dijo Fulanito".
No me ha atrapado desde luego como otras obras del género (la sombra de George R. R. Martin es alargada), y sí que a veces da la impresión de que demasiada página para contar poca cosa, pero se deja leer. Y teniendo en cuenta el tocho que es (cariñosamente me refería a él como "el tumbaburros"), es de agradecer.
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