Para mí, sin lugar a dudas, el mejor del género.
A pesar de que la fama se la reparten entre el VII y el VIII (este último tan amado como odiado), la saga de Square tocó techo con esta entrega, que a Europa llegó como Final Fantasy III.
Me es difícil describir este juego sin deshacerme en halagos, con su trama absorbente, sus personajes carismáticos, un villano al que realmente llegas a odiar (¡Kefkaaaaa!), su música pegadiza, sus gráficos bonitos y coloridos, o sus escenas memorables.
El argumento inicial es bien sencillo, y lleno de clichés; en un mundo a medio camino entre el medioevo y el cyberpunk, el clásico imperio malvado que quiere arrasar con todo para hacerse el poder, y un grupo de insurgentes, algunos de ellos renegados del Imperio, tratan de impedirlo. Poco a poco vamos viendo cuál es el verdadero poder detrás del trono y qué es lo que realmente planea, y lo que empieza como una alianza rebelde se convierte en una épica gesta para salvar el mundo de su destrucción.
Los personajes son uno de los puntos fuertes, ya que no hay un protagonista claro. Empezamos controlando a Terra, una chica con poderes mágicos y borroso pasado, que es obligada a poner su fuerza al servicio del Imperio, pero por el camino nos iremos encontrando con otros personajes, todos ellos con sus motivaciones y su trasfondo, que podemos ir descubriendo a medida que avanza la historia, y su estilo de juego único. Cada personaje es, por así decirlo, su propia profesión.
Terra, Edgar, Locke, Celes, Sabin, Cyan, Setzer, Strago, Relm, Shadow, Gau y Mog.
A medida que avanza el juego, el protagonismo de Terra se va diluyendo, y en según qué partes del juego, otros toman el mando. Así, en gran parte del juego es Celes quien lleva la voz cantante, pero mas o menos cada personaje tiene su subtrama.
Y ese es uno de los puntos que más me gustaron del juego. Tanto lo de las subtramas (la de Gau, por ejemplo, es divertidísima, y la de Locke es entrañable) como sobre todo, que es un juego totalmente coral, y hay una parte en la que el grupo se separa, y hay que volver a reunirlo, buscando a sus componentes por todo el mundo, que sencillamente, me enamoró. Pero las dos escenas que realmente me capturaron de este juego fueron el encuentro de Relm con Ultros (un enorme personaje secundario) y sobre todo, la escena de la ópera.
Posiblemente a quien no lo haya jugado, no le dirá nada.
Una de las pegas que puede tener el juego es que es completamente noventero, y eso se nota por ejemplo en los a día de hoy insufribles combates aleatorios (eso de tener que estar explorando una mazmorra y que se pare el juego para tener una batalla cada 4 pasos ya no se lleva), y no todo el mundo tendrá la paciencia que se requiere. Pero salvando eso, el sistema de juego está bastante bien, con un sistema de magia e invocaciones que sin ser nada del otro mundo, consigue enganchar bastante.
Los gráficos, habrá a quien le parezcan obsoletos, pero a mí personalmente esos coloridos monigotes cabezones en 2D me dicen mucho más que otros con sus cuidadas texturas en 3D, y sería una falacia negar que a pesar de su simpleza, los gráficos fueron dotados de una enorme expresividad y capacidad de transmitir.
¿Y cómo olvidar otro de sus puntos fuertes? La música. Otra maravilla del genio Nobuo Uematsu, que en Final Fantasy VI consigue crear una banda sonora simplemente maravillosa.
Popurri obra de Marc Papeghin.
Final Fantasy VI es el gran desconocido, pero para los que tuvimos la suerte de probarlo, la verdadera joya de la corona de Squaresoft.
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