Defensa y acusación.
Basada en hechos reales, nos cuenta la historia de un funcionario de prisiones en la Sudáfrica de 1987 (la del Apartheid), al que un día se le va la cabeza y la emprende a balazos contra siete señores y se los carga. Y un prestigioso abogado penalista, activista anti pena de muerte, (un soberbio Steve Coogan) lucha por todos los medios para tratar la horca a su cliente.
Dejando claro desde el principio el qué, esta película ahonda en el por qué de los hechos, cómo alguien puede llegar a hacer eso, y el relato del reo, un chaval al que con 17 años ponen a trabajar en el corredor de la muerte, haciendo de las ejecuciones su rutina diaria, sirve para enseñar, con algo de truculencia, el funcionamiento del corredor de la muerte de una cárcel sudafricana de la época.
Lo que tenemos es una interesante, pero cruda, película judicial, y un alegato contra la pena de muerte, que nos va intercalando escenas del juicio con flashbacks que cuentan la historia de fondo. No ha tenido, según veo, grandes críticas, pero a mí me ha parecido una película más que correcta, con una historia interesante, una resolución ágil y muy buenas actuaciones. El trailer me vendió la película desde el principio y el resultado no me decepcionó.
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