Cine cuñao, mi placer culpable.
Hay películas en las que basta con ver el trailer para saber exactamente qué nos van a contar y cómo van a terminar, con chistes rancios y simples y topicazos que a veces rayan en la vergüenza ajena. Es el caso de esta película, y aunque suene contradictorio lo estoy diciendo como algo positivo.
Muchas veces he dicho que me gustan las películas honestas, pues sabes lo que te van a dar y cuando coincide con lo que quieres ver te sirven para pasar el rato. Es este el caso de El Casoplón, donde una humilde familia de Mostoles se instala con todo el morro del mundo en el chalet en el que él trabaja como jardinero, después de que a sus calamitosos hijos los expulsen del campamento de verano. Los personajes son arquetípicos a más no poder (Pablo Chiapella, para más señas, vuelve a hacer de otra variante en ese universo de Amador Rivas) y el final resulta irreal y almibarado, con una resolución ridícula.
¿Tiene calidad cinematográfica? La que necesita, ni un ápice más. Pero con eso le basta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario