El título es metafórico (salvo en la parte de caminar, que ayer fue literal), así que no se me eche nadie las manos a la cabeza. Bien cierto es que hoy se cumple exactamente un año desde la fatídica publicación de la convocatoria de las oposiciones, con el correspondiente mazazo y todo lo que vendría después, pero afortunadamente, la frase "todo tiempo pasado fue mejor" no siempre es cierta, y citando a Les Luthiers, prefiero dejarlo en que todo tiempo pasado fue anterior.
Pero no carece de componente viejuno-nostálgico la entrada, por el paseo de ayer, en el que bien acompañado por 3 atractivas señoritas, lo que comenzó como una incursión a una heladería de la calle Navarra, terminó con un paseo de unos 8 kilómetros.
Hacía buen tiempo, y la falta de planes mejores (yo ya les propuse hacer un trío, pero me dijeron que no, qué duro es ser vasco) hizo que se nos ocurriera ir andando hasta el Ayuntamiento. Una vez allí, optamos por subir hasta el parque Etxebarria, y tras sufrir sus cuestas, disfrutar de las bonitas vistas de Bilbao, que ayer lucía radiante, sin demasiadas nubes, para lo que es Bilbao.
Seguimos andando, nos vamos hasta Begoña, un sitio por el que en coche suelo pasar más, pero que andando no iba desde que terminé la selectividad. Pero seguimos con el túnel del tiempo, y pasamos por delante de la residencia que en su tiempo hacía las veces de colegio, o algo, donde cursé primero de preescolar. Casi nada.
Y bueno, ya que estábamos, un acercamiento hacia uno de los lugares icónicos de mi infancia, el parque de Txurdinaga, perdón, Parque Europa. A lo largo de todos estos años, calculo que unos 15 que llevaba sin pisar ese parque, ha llovido mucho, lo que explica que haya encogido. Eso, o que tal vez yo lo recordaba más grande de lo que era, que todo puede ser.
Y ya puestos a ahondar, teniendolo a tiro de piedra, me fui hasta mi antigua urbanización, el barrio de mi niñez, y me planté delante de mi portal, viendo que el suelo del soportal seguía tan abombado como siempre, con aquellos 3 bancos que tantas veces hicieran de improvisadas porterías, la columna del escondite, etc... Todo igual, era como un islote intemporal en un mar de cosas cambiadas, ya que lo que antes era un páramo lleno de campas y pedregales estaba ahora lleno de casas, bares, comercios... salvo mi urbanización, que permanecía incólume, ignorando el paso del tiempo, como si los 15 años hubieran sido solo 15 minutos de ausencia. Desde luego, me habría gustado ya que estaba ahí poder entrar a la que durante tanto tiempo fuera mi casa, pero la falta de llave, y el hecho de que eso hubiera sido allanamiento de morada, hizo que tuviera que limitarme a los recuerdos.
Luego una visita al señor Rockstone, que vive por ahí, y que se quedó estupefacto al vernos por ahí, hizo el resto de la tarde, hasta que una hora prudencial nos llevó al autobús, la vetusta línea 30, que antes de que hubiera metro unía Txurdinaga con la civilización.
Pero no carece de componente viejuno-nostálgico la entrada, por el paseo de ayer, en el que bien acompañado por 3 atractivas señoritas, lo que comenzó como una incursión a una heladería de la calle Navarra, terminó con un paseo de unos 8 kilómetros.
Hacía buen tiempo, y la falta de planes mejores (yo ya les propuse hacer un trío, pero me dijeron que no, qué duro es ser vasco) hizo que se nos ocurriera ir andando hasta el Ayuntamiento. Una vez allí, optamos por subir hasta el parque Etxebarria, y tras sufrir sus cuestas, disfrutar de las bonitas vistas de Bilbao, que ayer lucía radiante, sin demasiadas nubes, para lo que es Bilbao.
Seguimos andando, nos vamos hasta Begoña, un sitio por el que en coche suelo pasar más, pero que andando no iba desde que terminé la selectividad. Pero seguimos con el túnel del tiempo, y pasamos por delante de la residencia que en su tiempo hacía las veces de colegio, o algo, donde cursé primero de preescolar. Casi nada.
Y bueno, ya que estábamos, un acercamiento hacia uno de los lugares icónicos de mi infancia, el parque de Txurdinaga, perdón, Parque Europa. A lo largo de todos estos años, calculo que unos 15 que llevaba sin pisar ese parque, ha llovido mucho, lo que explica que haya encogido. Eso, o que tal vez yo lo recordaba más grande de lo que era, que todo puede ser.
Y ya puestos a ahondar, teniendolo a tiro de piedra, me fui hasta mi antigua urbanización, el barrio de mi niñez, y me planté delante de mi portal, viendo que el suelo del soportal seguía tan abombado como siempre, con aquellos 3 bancos que tantas veces hicieran de improvisadas porterías, la columna del escondite, etc... Todo igual, era como un islote intemporal en un mar de cosas cambiadas, ya que lo que antes era un páramo lleno de campas y pedregales estaba ahora lleno de casas, bares, comercios... salvo mi urbanización, que permanecía incólume, ignorando el paso del tiempo, como si los 15 años hubieran sido solo 15 minutos de ausencia. Desde luego, me habría gustado ya que estaba ahí poder entrar a la que durante tanto tiempo fuera mi casa, pero la falta de llave, y el hecho de que eso hubiera sido allanamiento de morada, hizo que tuviera que limitarme a los recuerdos.
Luego una visita al señor Rockstone, que vive por ahí, y que se quedó estupefacto al vernos por ahí, hizo el resto de la tarde, hasta que una hora prudencial nos llevó al autobús, la vetusta línea 30, que antes de que hubiera metro unía Txurdinaga con la civilización.
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