Eslovenia, y su moneda de cómic de Superlópez.
Al fin, tras muchas horas de tren, llegábamos a la capital de Eslovenia. El primer paso era buscar alojamiento, y por primera vez en lo que va de viaje, damos uso al carnet de alberguista. Nos ubicamos, y disfrutamos de uno de los mejores placeres que encuentra uno en este tipo de viajes: una ducha.
Esa tarde hacemos una excursión y visitamos el bello lago Bled, aunque la torrencial lluvia nos impide disfrutar de toda su belleza (a decir verdad, llovía tanto que no se veía un cagao), pero sí disfrutamos de la infraestructura ferroviaria de Eslovenia. Sí, conociéndome podría sonar a que los trenes eslovenos eran una porquería, pero esta vez no, ciertamente eran trenes limpios, cómodos y puntuales.
Volvemos a Ljubljana, donde cenamos y damos una vueltilla nocturna (que tengo anotada como graaan caminata), subiendo al castillo y viendo las vistas de la ciudad.
Al día siguiente, el azar quiere que nos reencontremos con Borja y Sappia, quienes nos cuentan sorprendidos que les ha llegado la historia de que unos mochileros consiguieron hacer el Salónica-Ljubljana por solo 2,5 euros, y que esa historia es la comidilla entre todos los mochileros. Todo esto nos lo cuentan, claro, antes de saber que habíamos sido nosotros. Así que las risas que nos echamos, son de suponer.
Nos despedimos nuevamente de ellos, y también de Ljubljana.
Ljubljana-Postojna: "Visitaremos unas cuevas, con un frío de la coña".
La verdad es que aunque teníamos ganas de ver las grutas de Postojna, de las que habíamos oído hablar muy bien, no andábamos sobrados de tiempo ni de dinero, por lo que tras una cansada pero agradable caminata (hasta vimos un desfile medieval), acabamos tomando el tren que nos sacaría ya de Eslovenia, para volver a terreno comunitario.
Requiem por mi teléfono móvil, que murió en Eslovenia.
Creo que era uno de estos, pero ya ni me acuerdo.
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