¡Están locos estos galos!
Videojuegos de Asterix hay un montón, pero yo me voy a centrar en este sumidero de monedas en mi adolescencia que fue el que sacó Konami en 1992. Uno entre tantos en el género de avanzar abofeteando enemigos (beat ´em up), pero con el aliciente de estar protagonizado por los dos galos más célebres de la historia del cómic, y la oportunidad de abofetear legionarios romanos.
El desarrollo es el típico en estos juegos, irte moviendo por la pantalla, al más puro estilo Double Dragon, y eliminando a todos los enemigos que van apareciendo, hasta que llegas a un jefe final al terminar cada escenario. Y por el camino, objetos que dan vida (comida, o el beso de la adorable Falbala), puntos (cascos de legionario) o un impulso especial, concedido por el druida Panoramix, por medio del fiel Ideafix, que otorga unos instantes de invulnerabilidad (la poción para Asterix, el jabalí asado para Obelix), todo ello adornado con una pegadiza música y la estética del cómic bastante conseguida.
Y estas eran las pantallas por las que nos movíamos, cada una un homenaje a un cómic de Asterix y Obelix.
Asterix el galo: Y es que no podía ser otra. Aquí empezábamos en la aldea de los galos, y empezábamos a repartir mamporros a los infelices legionarios romanos que osaban acercarse a nuestros dominios, capitaneados por centuriones, algo más duros y peligrosos, y algunos a caballo.
Fase bonus: Carrera de cuádrigas.Aquí solo había que fustigar a los caballos y esquivar los obstáculos para llegar victorioso y a tiempo a la línea de meta.
Astérix en Egipto: Una de las historias más aplaudidas de los galos era la segunda pantalla, en la que había que ayudar al buen Numerobis, sacudiendo guantazos a los invasores romanos y desbaratando los planes del abyecto Paletabis. Esta pantalla incluía además unos molestos torbellinos de arena que podían marear al personaje. Fiel al espíritu original, tras pasear por el desierto acabábamos metidos en un templo egipcio lleno de trampas, donde el despreciable Tornavis nos intentaba hacer la vida imposible. Aunque por suerte, podíamos devolverle los favores en forma de colleja.
Abofetear romanos, el deporte nacional de la Galia.
Y estas eran las pantallas por las que nos movíamos, cada una un homenaje a un cómic de Asterix y Obelix.
Asterix el galo: Y es que no podía ser otra. Aquí empezábamos en la aldea de los galos, y empezábamos a repartir mamporros a los infelices legionarios romanos que osaban acercarse a nuestros dominios, capitaneados por centuriones, algo más duros y peligrosos, y algunos a caballo.
Jefe final: La Tortuga. O mejor dicho, unos legionarios romanos en formación de tortuga.
Fase bonus: Carrera de cuádrigas.Aquí solo había que fustigar a los caballos y esquivar los obstáculos para llegar victorioso y a tiempo a la línea de meta.
Emulando a Ben-Hur.
Astérix en Egipto: Una de las historias más aplaudidas de los galos era la segunda pantalla, en la que había que ayudar al buen Numerobis, sacudiendo guantazos a los invasores romanos y desbaratando los planes del abyecto Paletabis. Esta pantalla incluía además unos molestos torbellinos de arena que podían marear al personaje. Fiel al espíritu original, tras pasear por el desierto acabábamos metidos en un templo egipcio lleno de trampas, donde el despreciable Tornavis nos intentaba hacer la vida imposible. Aunque por suerte, podíamos devolverle los favores en forma de colleja.
Jefe final: Un poderoso mago a sueldo de Paletabis, con el poder de manipular una nube eléctrica.
Asterix en Britania: Para ayudar a Buentorax, habrá que surcar el Canal de la Mancha, primero a nado, o saltando de barca en barca, pero siempre teniendo cuidado con los numerosos tiburones que, ávidos de carne, intentarán devorarnos. Finalmente llegaremos a una trirreme romana que fonda la lluviosa costa británica, donde tendremos que seguir ganándonos a bofetadas el pasaje.
Jefe final: El fustigador y el tipo del tambor. Dos tipos muy duros, que casi siempre me mataban.
Tras pasar esta pantalla había una nueva fase de bonus, en la que nos paseábamos por la cubierta del barco pirata, con un sol radiante y saqueando la comida de los barriles. Y luego lo hundíamos claro. ¡Los ga-ga, los ga-ga!
Astérix en Córcega: Técnicamente este capítulo se llamaba "Asterix y Falbala", pero era claramente Córcega. Aquí íbamos por terrenos montañosos, pero en vez de pegarnos con legionarios romanos como hasta ahora, nos enfrentábamos a malvados corsos, que al igual que los romanos tenían su versión "flaco" y "gordo". También había unos tentadores nidos de huevos que era mejor dejar en paz, a menos que quisiéramos ser atacados por mamá águila.
Jefe final: Jefe bandido. Cuidado con su garrote, y por si acaso no menciones a su hermana.
A diferencia de en la demás pantallas, aquí no acababa con derrotar al jefe final, sino que había lidiar con unas carretas mineras antes de liberar a la bella Falbala de las garras de sus captores.
Asterix en Hispania: Campos castellanos, con sus molinos y todo, son el escenario donde toca enfrentarse a legionarios armados con arietes y catapulas. Sí, atacan con armas de asedio en terreno abierto, pero es que también hay castillos, por lo que nos podemos encontrar con torres de asedio llenas de romanos. Todo es poco para proteger al pequeño Pepe.
Jefe final: Un toro bravo en la plaza. Si vamos a topicazos, vamos a topicazos.
Tras el toro de lidia en la plaza de... ¿Mérida? toca nuevamente una fase de bonus, parecida a la primera, con otra carrera de cuádrigas.
Asterix en la India: Empezábamos con un viaje en alfombra mágica pilotada por Ahivá, mientras esquivamos los peligrosos rayos y nos comemos las aves que quedan churruscadas por esos mismos rayos. Ya en tierra (es un decir) seguiremos en la alfombra mientras nómadas a caballo nos atacan con sus lanzas, hasta que por fin llegamos al palacio, donde los guardias al servicio de Dhalekanya se harán merecedores de nuestros porrazos.
Jefe final: Dhalekanya, a bordo de una alfombra mágica, lanzando serpientes.
Tras la India, que de alguna forma hay que volver, repetíamos la fase de bonus del barco pirata. Y por supuesto, lo hundíamos otra vez.
Los laureles del César: ¿Dónde iba a ser la pantalla final de este juego sino en Roma? Pues eso. Aquí, los legionarios de elite (es decir, vestidos de un color distinto) se interponen en nuestro camino hacia Julio César en el foro romano, y algunos de ellos son legionarios grandotes. ¿Y qué más podía faltar?
El circo romano, claro. Pero este tigre no es el jefe final.
Y sí, por fin con esto acababa el juego (si bien he de admitir que nunca pasé de Córcega), y el final no era otro que César derrotado y los galos, felices, celebrando una opípara cena en su aldea, con Asuranceturix convenientemente atado para que no cantara.
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