Esta imagen define lo que opino de algunos personajes.
El peor error que comete la tercera parte de la trilogía, y lo que la convierte en una película fallida es que se aparta de su fórmula. Quien va a ver "Los mercenarios 3" lo que quiere es ver a las viejas glorias pegando tiros y realizando acrobacias absurdas contra un ejército de malos que vienen a peso, y no a actores semidesconocidos perpetrando un remake de misión imposible.
La película empieza bien, fiel a la fórmula, con asalto a tren en país indeterminado, tiros sin sentido, maniobras inverosímiles de helicóptero y muchas bajas. Sigue con una escena algo confusa en Somalia, pero que mola, pues Los mercenarios es un videojuego hecho película, con sus persecuciones delirando, sus tiroteos y sus tipos duros que evitan la explosión de una bomba atómica esquivando.
Hasta ahí, de momento bien, y es cuando la cagan. Por cuestiones del argumento, Barney (Stallone) se ve obligado a reclutar un nuevo equipo, y en vez de tirar del organigrama de Planet Hollywood ochentero/noventero, se dedica a presentar a unos señores que ni sé quiénes son ni me importan, y a los que da un protagonismo que no merece. El resultado de esto es que la parte central de la película se vuelve un auténtico coñazo y para cuando empieza la película de verdad, con su batalla surrealista en alguna república ex-soviética, el interés ya se ha perdido, y ni las acrobacias de Antonio Banderas (en su papel de Nicholas Cage haciendo de Deadpool) ni las maniobras aéreas de Harrison Ford (interpretando a Glenn Close) ni las supervillanías molonas de Mel Gibson consiguen reanimar al cadáver.
¿Alguien se imagina una película porno en la que durante más de una hora no hubiera escenas de sexo? Pues extrapolando al cine de acción, eso es Los mercenarios 3, donde no hay chicha, interés ni tan siquiera sangre.
Y esto es lo que pasa cuando pretendes tomarte la gamberrada demasiado en serio, que se torna aburrida.
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