Triste y lloroso se queda el frontón.
Por fin vuelvo a casa, después de haber estado 5 días en Orduña organizando las jornadas Ómicron. Y, aunque físicamente reventado, digo, con el corazón en la mano, que lo de montar jornadas ha sido una de las experiencias más bonitas que he vivido como aficionado a esto del rol, los juegos y tal.
Naturalmente, nada de esto habría sido posible sin el resto de compañeros de Ábaco (y satélites), ya que entre todos hemos sacado adelante un proyecto muy bonito, y aunque pensaba que después de las jornadas iba a estar deseando perderles de vista por un tiempo, me doy cuenta de lo importante que es para mí esa banda de cazurros frikis.
Aunque suene a discurso de borracho, prometo que lo estoy escribiendo competente sobrio. Mañana me explayo más.
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