Llegó la Marifiesta.
Como todos los años, ya está aquí la semana grande de Bilbao, las fiestas de pueblo de esta mi ciudad, que tanta gente espera con tantas ganas.
El comienzo de fiesta fue bastante tranquilo. Primero cenar y ver los fuegos (que se acabó convirtiendo en cenar viendo los fuegos) y luego a casa de una amiga, donde la gente del club del libro celebraba el club del txupito, un spinoff de la actividad literaria que consiste en cambiar libros por bebida, o mejor dicho, libros y comida por bebida y comida.
18 personas en un salón tan pequeño, unido al calor de agosto, hacen que eso sea un horno agobiante, con lo que agradezco mucho el rato de salir a la calle y dirigirnos al recinto festivo, donde tras una larga caminata (hoy, en "animales lentos": el grupo de borrachos) acabamos llegando al sitio habitual, donde procedemos a los clásico de saludar a gente, coger pulsera del poder, unos katxis (lo primero alcohólico que bebía en toda la noche) y hasta las cinco de la mañana arreglando el mundo en modo tertulia terracera.
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