¿Quién llama?
Se nota mucho al ver esta película que es una obra de teatro llevada a la gran pantalla. En ella, un grupo de gente con diversos tipos de trastorno obsesivo-compulsivo confluyen en una improvisada terapia de grupo en la que juntos tratarán de superar sus neuras.
Los pacientes son Emilio, un taxista obsesionado con los cálculos aritméticos, que tiene la necesidad de contarlo y numerarlo todo; Blanca, una técnica de laboratorio obsesionada con la limpieza y los gérmenes; Ana María, una mujer muy devota obsesionada con comprobarlo todo una y otra vez; Lili, una monitora de aerobic e imitadora de Dora la exploradora, que tiene que repetir todo lo que dice y a veces sufre episodios en los que repite constantemente la última sílaba que escucha; Otto, un imitador de Guti obsesionado con la simetría y con no pisar las rayas del suelo, y por último Federico, un argentino con el síndrome Gilles de la Tourette, que le compele a lanzar palabras malsonantes (bastante blancas e inocentes en su mayoría, por cierto), cada poco tiempo. Por último está Tiffany, la sufrida secretaria del médico que les debe atender.
Una comedia bastante ligerita, aunque la gente que estaba en el cine se reía bastante, que sirve para pasar un rato ameno, pero sin terminar de llegar a la carcajada. A ratos una versión un poco gamberra de El Método (versión cinematográfica de El método Grönholm), pero sin llegar a su nivel. Claro que no se pueden comparar, pues aun compartiendo ciertas similitudes, son géneros muy diferentes.
Los pacientes son Emilio, un taxista obsesionado con los cálculos aritméticos, que tiene la necesidad de contarlo y numerarlo todo; Blanca, una técnica de laboratorio obsesionada con la limpieza y los gérmenes; Ana María, una mujer muy devota obsesionada con comprobarlo todo una y otra vez; Lili, una monitora de aerobic e imitadora de Dora la exploradora, que tiene que repetir todo lo que dice y a veces sufre episodios en los que repite constantemente la última sílaba que escucha; Otto, un imitador de Guti obsesionado con la simetría y con no pisar las rayas del suelo, y por último Federico, un argentino con el síndrome Gilles de la Tourette, que le compele a lanzar palabras malsonantes (bastante blancas e inocentes en su mayoría, por cierto), cada poco tiempo. Por último está Tiffany, la sufrida secretaria del médico que les debe atender.
Una comedia bastante ligerita, aunque la gente que estaba en el cine se reía bastante, que sirve para pasar un rato ameno, pero sin terminar de llegar a la carcajada. A ratos una versión un poco gamberra de El Método (versión cinematográfica de El método Grönholm), pero sin llegar a su nivel. Claro que no se pueden comparar, pues aun compartiendo ciertas similitudes, son géneros muy diferentes.
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