¡Cuidado con ellos!
En este remake de "Los muchachos de antes no usaban arsénico" un grupo de ex-cineastas argentinos, ya ancianos, conviven en una mansión en las afueras, todo el día a la gresca y con comentarios hirientes, pero en el fondo bien avenidos. Su paz, solo interrumpida de vez en cuándo por las comadrejas, se ve turbada cuando aparecen dos comadrejas, más metafóricas, en forma de dos timadores que quieren despojarles de la casa.
Ahí empieza un juego de intelectos, un duelo de cerebros para ver quién engaña a quién, en una obra completamente teatral y una fina capa de humor negro en la que las grandes actuaciones (si bien a la madrileña Clara Lago le bailaba demasiado el acento argentino) ayudan a generar una atmósfera en la que en todo momento parece que va a acabar reventando todo, con escenas como la de la partida de billar o el juego del te de la última escena que resultan soberbias.
Es de agradecer ver en pantalla al Luthier Marcos Mundstock, con su tan característica voz, y resulta completamente entrañable la relación entre Graciela Borges y el adorable abuelete al que da vida Luis Brandoni con ese toque que sabe darle Campanella. ¿Y qué decir de Óscar Martínez? Pues que es uno de los mejores actores argentinos de la actualidad, y se nota.
Por ponerle alguna pega, hay algún momento en el que se hace un poco lenta, y que si el final pretende sorprender no lo consigue del todo, aunque sí que hay algún giro que tiene su gracia. Como tiene también su gracia esa indirecta ruptura de la cuarta pared con la que juegan a veces sus personajes.
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