La larga vuelta.
Ya en casa, y con muchas cosas que contar (que no contaré hoy) por fin puedo acceder, lejos de la censura China, a mi blog (y a Facebook, y a Youtube, y a Hotmail...) y me limitaré a contar simplemente el periplo de regreso desde Beijing hasta casa.
Comenzando la narración con un "taxista" fraudulento y otro de verdad pero que nos quería timar dejándonos en el aeropuerto, donde el exceso de equipaje nos obliga a hacer un tetris de optimizar recursos y que finalmente nos permite colar casi todo el equipaje en el avión. Tras haber estado un rato largo esperando (facturábamos a las 23:30, llegamos al aeropuerto más de hora y media antes), que se suma al tiempo de espera hasta embarcar, donde un empleado del aeropuerto pesa mi equipaje de mano y pasa por los pelos (gracias a que fue el mío el que pesó)
A eso de las 2:30, hora china, embarcamos hacia Moscú, donde tenemos la suerte de coger asientos junto a salida de emergencia y pasar las 8 horas de viaje de forma relativamente cómoda, y con largos periodos de sueño.
Llegados a Moscú, pese a lo ignoto del idioma y lo extraño de sus caracteres, me siento como en casa al ver tanto occidental y no sentirme centro de atención, y poder hacer cosas como hablar en inglés y pagar en euros. Eso hace que me importe menos que el avión salga con un pequeño retraso. 4 horitas de vuelo en unas localidades bastante más incómodas, con rifirrafe incluído con el pasajero de delante, que insistía en tumbar su asiento, contra la contraposición de mis rodillas y llegamos a tierra conocida, el aeropuerto del Prat en Barcelona.
Desde ahí, 5 horitas en coche hasta Pamplona, donde finalmente cojo el autobús, en un viaje horrorosamente incómodo, en el que siento ganas de asesinar a la rubia que se sienta detrás y que evidencia, primero contandole su vida a gritos a un teléfono móvil y después poniendo la música a todo volumen, que se cree que viaja sola.
Y ya por fin el dulce regreso a casa.
Las partes anecdóticas del viaje a China, que obviamente no han sido pocas, en ulteriores entradas. Hoy simplemente quería decir que ya he llegado.
Comenzando la narración con un "taxista" fraudulento y otro de verdad pero que nos quería timar dejándonos en el aeropuerto, donde el exceso de equipaje nos obliga a hacer un tetris de optimizar recursos y que finalmente nos permite colar casi todo el equipaje en el avión. Tras haber estado un rato largo esperando (facturábamos a las 23:30, llegamos al aeropuerto más de hora y media antes), que se suma al tiempo de espera hasta embarcar, donde un empleado del aeropuerto pesa mi equipaje de mano y pasa por los pelos (gracias a que fue el mío el que pesó)
A eso de las 2:30, hora china, embarcamos hacia Moscú, donde tenemos la suerte de coger asientos junto a salida de emergencia y pasar las 8 horas de viaje de forma relativamente cómoda, y con largos periodos de sueño.
Llegados a Moscú, pese a lo ignoto del idioma y lo extraño de sus caracteres, me siento como en casa al ver tanto occidental y no sentirme centro de atención, y poder hacer cosas como hablar en inglés y pagar en euros. Eso hace que me importe menos que el avión salga con un pequeño retraso. 4 horitas de vuelo en unas localidades bastante más incómodas, con rifirrafe incluído con el pasajero de delante, que insistía en tumbar su asiento, contra la contraposición de mis rodillas y llegamos a tierra conocida, el aeropuerto del Prat en Barcelona.
Desde ahí, 5 horitas en coche hasta Pamplona, donde finalmente cojo el autobús, en un viaje horrorosamente incómodo, en el que siento ganas de asesinar a la rubia que se sienta detrás y que evidencia, primero contandole su vida a gritos a un teléfono móvil y después poniendo la música a todo volumen, que se cree que viaja sola.
Y ya por fin el dulce regreso a casa.
Las partes anecdóticas del viaje a China, que obviamente no han sido pocas, en ulteriores entradas. Hoy simplemente quería decir que ya he llegado.
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