Auténtico perro pekinés
Siguiendo con mi periplo chino, como ya comenté, de Shanghai tomamos el tren rápido a Tianjin, donde teníamos el campamento base, pero donde el atractivo turístico no era especialmente espectacular, por lo que me salto un par de páginas hasta subir a otro tren rápido, uno que en media hora nos dejaba en la capital de la República Popular: Beijing o Pekín, según gustos.
No andábamos sobrados de tiempo, ya que habíamos salido relativamente tarde, y en ciudades como Beijing las distancias son grandes, por lo que solo pudimos ver el Templo del Cielo y el Palacio de Verano, que ilustraré con sendas fotos:
Y tras comer, la odisea de buscar una boca de metro se repetía. Ya al ir habíamos tardado más de media hora a pie desde la boca de metro hasta la entrada del templo (y se supone que estaba céntrico) y viéndonos incapaces de encontrar otra, optamos por un taxi que nos llevara al Palacio de Verano.
No andábamos sobrados de tiempo, ya que habíamos salido relativamente tarde, y en ciudades como Beijing las distancias son grandes, por lo que solo pudimos ver el Templo del Cielo y el Palacio de Verano, que ilustraré con sendas fotos:
Templo del cielo
El templo, aun siendo algo interesante, quedó quizás algo deslucido por el calor, las prisas y el hambre, que fue saciada a base de arroz por la friolera cantidad de... ¡2 yuanes! (unos 23 céntimos de euro) y que me permitió no comer nada más en todo el día.
Y tras comer, la odisea de buscar una boca de metro se repetía. Ya al ir habíamos tardado más de media hora a pie desde la boca de metro hasta la entrada del templo (y se supone que estaba céntrico) y viéndonos incapaces de encontrar otra, optamos por un taxi que nos llevara al Palacio de Verano.
Empezando por P, inventos de los chinos: pólvora, papel y puenting.
Mucho más espectacular me pareció el Palacio de Verano, residencia estival de los emperadores chinos, y un enorme lago rodeado por un parque lleno de templos y casitas con nombres rimbombantes, como el Salón de la Feliz Longevidad, el Templo de la Fragancia de Buda o el Pabellón de la Piedra Maestra (chiste dedicado a los frikis tedeneros: sí, a mí también me ha recordado al CEULAJ).
Sin duda un sitio agradable para pasear y unas vistas increíbles, tanto del propio parque como de la ciudad.
El "azul" cielo de Beijing.
Al cerrar el palacio tomamos el tren de vuelta a Tianjin, donde estuvimos un par de días más, en los que cabe destacar una cena multicultural con gente de diversas nacionalidades, y los estreses típicos de una mudanza internacional, pero son cosas que carecen de interés a comparación con lo que viene siendo China.
Más cosas sobre Beijing en sucesivas entradas.
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