Quiero dedicar esta entrada a un icono de mi infancia, pues todo hombre ha sido niño alguna vez, y todo niño tiene su juguete favorito. En mi caso era Mosi, el ya desgastado osito de la foto, y cuya simpática historia he podido recuperar con la inestimable colaboración de mis padres.
Cuando mi madre se quedó embarazada, mis padres se aficionaron a la revista "Ser padres", la que les gustó mucho (mi madre afirma que ella seguía sus consejos al pie de la letra y mi padre también, pero un poco más a regañadientes) y a la que se suscribieron. Y con la suscripción a la revista vino de regalo el oso de peluche "Mosito". Por entonces vivíamos en La Casilla y creo que todavía no le hacía demasiado caso. En el año 80, con poco más de 2 años nos trasladamos a Txurdínaga, donde quedan mis recuerdos de infancia, ya que de La Casilla no recuerdo absolutamente nada (de aquella época, claro, ya que ahora vivo a escasos 100 metros de la que fue mi primera casa). A mi me resultaba todo nuevo, la casa, los muebles... Sin embargo, un dia mi madre se puso a desembalar un paquete y apareció el oso, yo me alegré mucho porque al fin había reconocido algo y muy contento dije "Mi mosito". Y desde aquel momento fue mi mascota. Mi madre me recuerda que era frecuente verme con mi oso debajo del brazo.
Un dia, no sé por qué, se me ocurrió tirarlo por la ventana, y otro niño, más avispado que yo, ("un gitanito", me dijeron) cogió el peluche y se lo llevó. Así desapareció el primer Mosi de mi vida. Noche tras noche pedía a mis padres que fueran a casa del gitanito a recuperarlo, y ellos me vieron tan triste que empezaron a buscar otro igual.
Al fin lo encontraron, en Guerra San Martín. Pero había un problema: estaba demasiado nuevo y se les ocurrió meterlo entre la colada para que saliera con un aspecto más deshilachado. Y funcionó. Yo me puse muy contento porque crei que al fin lo habían recuperado ( que tiempos de inocencia en los que piensas que los padres pueden solucionarlo todo).
Unos meses más tarde estuvimos los cuatro (mis padres, Mosi y yo, claro), comiendo en un bar de Logroño (por aquella época se les ocurría hacer viajes sin sentido, o al menos eso me parecía a mí), y al volver, ya casi en Bilbao nos dimos cuenta de que sólo íbamos los 3. ¡Mosi se había quedado en Logroño!
Y otra vez la pena, el echar de menos a mi amigo, y mis padres de nuevo a Guerra San Martín. Pero surgió... un pequeño inconveniente, ya no les quedaban Mositos sino Mositas. Con falda y lazo. Quitar la vestimenta no fue difícil, el problema es que el nuevo (tercero y definitivo) tenía unas manchas blancas en los pies que los anteriores no tenían, así que otra vez la colada con el oso. Mi padre, que siempre ha sido muy ocurrente, me contó que mi amigo había venido andando desde Logroño, y de tanto caminar le habían salido aquellas manchas.
A los 5 años tuvimos un accidente de coche, para mi fue muy duro porque perdi los dientes, y casi los labios, me llevaron al hospital y me hicieron un "cosido" de urgencia, que me dejó unas feas cicatrices, pero Mosi me ayudó. También fue mi compañia cuando pasé la hepatitis, a los 9 años y nadie podia venir a verme. Pusieron mi cama al lado de la ventana para que, al menos pudiera ver la calle, y mis amigos yendo a la Sanjuanada. Pero yo no estaba sólo, lo tenía a él. Y huelga decir que en mi imaginación ese osito y yo vivimos grandes aventuras.
Naturalmente, tuve otros juguetes, pero es ese en especial al que más recuerdo, no lo he vuelto a perder, y ahora duerme en un cajón del armario de casa de mi padre, donde tengo "mi" habitación.
Cuando mi madre se quedó embarazada, mis padres se aficionaron a la revista "Ser padres", la que les gustó mucho (mi madre afirma que ella seguía sus consejos al pie de la letra y mi padre también, pero un poco más a regañadientes) y a la que se suscribieron. Y con la suscripción a la revista vino de regalo el oso de peluche "Mosito". Por entonces vivíamos en La Casilla y creo que todavía no le hacía demasiado caso. En el año 80, con poco más de 2 años nos trasladamos a Txurdínaga, donde quedan mis recuerdos de infancia, ya que de La Casilla no recuerdo absolutamente nada (de aquella época, claro, ya que ahora vivo a escasos 100 metros de la que fue mi primera casa). A mi me resultaba todo nuevo, la casa, los muebles... Sin embargo, un dia mi madre se puso a desembalar un paquete y apareció el oso, yo me alegré mucho porque al fin había reconocido algo y muy contento dije "Mi mosito". Y desde aquel momento fue mi mascota. Mi madre me recuerda que era frecuente verme con mi oso debajo del brazo.
Un dia, no sé por qué, se me ocurrió tirarlo por la ventana, y otro niño, más avispado que yo, ("un gitanito", me dijeron) cogió el peluche y se lo llevó. Así desapareció el primer Mosi de mi vida. Noche tras noche pedía a mis padres que fueran a casa del gitanito a recuperarlo, y ellos me vieron tan triste que empezaron a buscar otro igual.
Al fin lo encontraron, en Guerra San Martín. Pero había un problema: estaba demasiado nuevo y se les ocurrió meterlo entre la colada para que saliera con un aspecto más deshilachado. Y funcionó. Yo me puse muy contento porque crei que al fin lo habían recuperado ( que tiempos de inocencia en los que piensas que los padres pueden solucionarlo todo).
Unos meses más tarde estuvimos los cuatro (mis padres, Mosi y yo, claro), comiendo en un bar de Logroño (por aquella época se les ocurría hacer viajes sin sentido, o al menos eso me parecía a mí), y al volver, ya casi en Bilbao nos dimos cuenta de que sólo íbamos los 3. ¡Mosi se había quedado en Logroño!
Y otra vez la pena, el echar de menos a mi amigo, y mis padres de nuevo a Guerra San Martín. Pero surgió... un pequeño inconveniente, ya no les quedaban Mositos sino Mositas. Con falda y lazo. Quitar la vestimenta no fue difícil, el problema es que el nuevo (tercero y definitivo) tenía unas manchas blancas en los pies que los anteriores no tenían, así que otra vez la colada con el oso. Mi padre, que siempre ha sido muy ocurrente, me contó que mi amigo había venido andando desde Logroño, y de tanto caminar le habían salido aquellas manchas.
A los 5 años tuvimos un accidente de coche, para mi fue muy duro porque perdi los dientes, y casi los labios, me llevaron al hospital y me hicieron un "cosido" de urgencia, que me dejó unas feas cicatrices, pero Mosi me ayudó. También fue mi compañia cuando pasé la hepatitis, a los 9 años y nadie podia venir a verme. Pusieron mi cama al lado de la ventana para que, al menos pudiera ver la calle, y mis amigos yendo a la Sanjuanada. Pero yo no estaba sólo, lo tenía a él. Y huelga decir que en mi imaginación ese osito y yo vivimos grandes aventuras.
Naturalmente, tuve otros juguetes, pero es ese en especial al que más recuerdo, no lo he vuelto a perder, y ahora duerme en un cajón del armario de casa de mi padre, donde tengo "mi" habitación.
5 comentarios:
Yo tuve uno igual solo que en azul era el oso mimosin del jabón de lavar y venia conmigo a todas partes que buenos recuerdos de echo por lo que veo en la foto es idéntico al oso mimosin igual es el mismo pero le llamaban mosi la versión 1.0 del mio bueno saludos.
Vaya recuerdos, eh? yo aún conservo algunos juguetes de mi infancia, principalmente peluches. Mis preferidos eran Azulín (un lobo) y Moradita (una pájarita de ese color). Se ve que un amigo de mi hermano vino de vistita a casa, le "embauqué" en los juegos... y como resultado, a los pocos meses me mandó un libro precioso con ilustraciones suyas, "Las aventuras de Azulín y Moradita" ^^. (Lo leí hace poco!)
Me ha encantado el relato, mosito pelusín también fue mi oso en la infancia, uno lo perdí pero el otro al que hacía menos caso por estar tan nuevo, aún lo conservo
Saludos
Jokin, me has hecho llorar con tus Mosis. Qué historia tan tierna. Yo crecí junto a mi Mosi amarillo, hicimos la carrera juntos, nos mudamos de casa cuando me casé y veló los sueños de mi bebé. Las mañanas de agotamiento, tras una dura guardia, Mosi me esperaba en cama y soñábamos juntos. Hasta que un día despareció de mi vida.Mi hijo estaba tan enfermo por su alergia que tuve que deshacerme Mosi. Creo que es lo único de lo que me arrepiento en la vida, tenía que haberlo guardado en otra casa. Lo añoro.
Llevo unos días buscando este oso por Internet. Me ha costado bastante encontrarlo. Era el osito de mi infancia. Volver a verlo me ha traído muchísimos recuerdos. El oso estuvo en mi casa desde antes de que yo naciera y creo que también por la suscripción a la revista "Ser Padres". El mío era marrón más oscuro. No me separaba ni un segundo de él, siempre lo llevaba bajo el brazo, dormía con él, lo llevaba a la playa... Si se me olvidaba en cualquier lado tenía que ir mi padre a donde fuera a buscarlo porque yo lloraba y no podía dormir. Como mis padres lo veían tan viejo me compraron otro lo más parecido posible pero de color anaranjado en una juguetería en Santiago de Compostela pero para mi no era lo mismo, era como un intruso, además un día lo metieron en la lavadora y se le deformó la cabeza así que a parte de intruso era feo. Un día mi oso querido desapareció y lo pasé muy mal. Cuando ya fui más mayor, mi madre me contó que sospechaba que lo había tirado mi abuela porque lo veía muy viejo pero nunca supimos a ciencia cierta lo que realmente le había pasado.
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