Lammers nunca le dio la espalda al partido.
Este fin de semana mis pensamientos han estado ocupados sobre los cambios venideros. Unos deseados (la casa) otros contra mi voluntad (el trabajo). Pero eso no significa que no haya hecho nada el fin de semana, y hablar de ello es lo que toca.
El viernes estuve planificando cosas de reformas, pidiendo presupuestos, enseñando la casa a personas cercanas... y por la noche me fui a la lonja, para desconectar un poco la mente jugando a juegos de mesa y sobre todo de charleta (para qué mentir, despotricando contra quienes han provocado el cambio indeseado y sus nefastas formas).
El sábado por la mañana me fui a comprar los regalos de mi padre, para su 70º cumpleaños, y luego de pintxopote al Casco Viejo, que venían unos amigos de Barcelona. No pude estar todo el tiempo que me habría gustado, pues por la tarde había jornadas en la lonja y me tocaba dirigir: Pasión de las Pasiones. Por la noche unas pizzas y de charleta. Lo que habríamos hecho en un bar, pero en la comodidad de tener nuestro local propio.
Domingo por la mañana, baloncesto. No iba yo muy animado, pues ni los eventos recientes ni la racha negativa del equipo acompañaban, pero la verdad es que el partido contra el Lleida acabó resultando más plácido de lo que señalaba el primer cuarto.
Por la tarde, he aprovechado para llevar más cosas a casa (aunque tampoco quiero llevar todas hasta no tener la reforma hecha, que luego es un sindiós), y estar un rato por ahí en la mejor compañía posible.
Y mojarme con la lluvia, claro.
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