Mi cotillón de nochevieja.
No voy a insistir en lo poco que me gusta la nochevieja, y no sorprenderá que diga que no es, en absoluto, una fecha que espere con ilusión. El plan del día 31 fue bastante parecido al de los últimos años, que es no hacer gran cosa salvo ir al cine la última tarde del año, cenar en casa de mi padre, celebrar ahí las campanadas y luego ir a casa, donde me preparo para salir.
Sin embargo, y ahí el gran cambio de este año ayer cuando llegué a casa me pudo la pereza total y absoluta y al final ni salí, de forma que a las 2 de la mañana ya estaba en la cama. Ventajas: no gasté dinero, hoy no tenía resaca y he podido aprovechar mejor la mañana, aunque sea para no hacer nada de provecho (jugar al NBA 2K19).
A cambio me perdí la fiesta de la lonja, pero por la información que me ha llegado fue lo más soso, contando con 12 personas, nada más, en su momento más álgido, de modo que no me pesa en absoluto no haber salido ayer. Fue la primera nochevieja en la que por propia voluntad no salía, y me da que ya no va a ser la última.
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