En el peor de los casos funcionará dos veces al día.
El reloj de pulsera es un complemento que para muchos ha quedado ya en desuso, pues hay quien lo encuentra incómodo y prefiere mirar la hora en el teléfono móvil. Yo, al contrario, me siento desnudo sin el reloj, y soy de los que no se lo quitan ni para dormir.
Por eso, me gusta llevar un reloj decente y tengo el que me regaló mi padre, las fechas me bailan pero diría que fue hace unos 15-16 años, no sé si cuando me colegié o cuando fui investido como licenciado en Derecho. La parte del reloj en el campamento de prisioneros del Vietcong mejor la omitimos.
El reloj no va con pilas, sino que se carga por la luz, y a finales de año me empezó a fallar. Un día me di cuenta de que marcaba las 7 de la tarde, pero eran ya las 10. Lo tuve un rato enchufado con el móvil y volvió a andar, pero al día siguiente se paró de nuevo. Probé a tenerlo un rato prolongado cogiendo luz, pero aunque parecía resucitar siempre se acababa terminando la pila de madrugada, de manera que cuando me levantaba marcaba que eran las 3-4 de la mañana.
Así que con harto dolor tuve que llevarlo a la joyería donde se compró, y de ahí me remitieron al servicio técnico de Citizen, en la Plaza Nueva. Ahí lo dejé el 3 de enero, y he estado hasta hoy sin mi querido reloj, apañándome con la pulsera cuentapasos, que tiene reloj digital pero ni por asomo es lo mismo.
Hoy ya por fin me han llamado para decirme que estaba reparado, y tras pagar una dolorosa cuenta, por fin el reloj ha vuelto a su lugar natural, que es mi muñeca.
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