El chiquitín.
Aunque lleva ya una semana en casa, todavía no le había dedicado una entrada y creo que le merece, pues es una de las joyas de la casa y algo sobre lo que voy a pasar mucho tiempo.
Lo cierto es que tenía el chincho de comprarme un buen sofá, acostumbrado a haberme apañado con sofás normalitos que, por baratos o demasiado clásicos, no me terminaban de enamorar, y como tenía espacio para ello me decidí por un amplio sofá con chaise-longue (es decir, cheslong) y me fui a la tienda para comprarme un sofá de capricho.
Quiso el destino que la fecha de entrega fuera justo el día posterior a mudarme, pero el karma tuvo a bien lesionar al repartidor, por lo que recibí el fatídico mensaje de que la entrega se retrasaba.
Esto era el domingo, y yo el miércoles me iba a Mollina, de modo que ya me estaba viendo que me quedaba sin sofá hasta septiembre. Afortunadamente, el mismo lunes me llamaron para decirme que me podían traer el sofá el martes, y a la salida del trabajo, ya me estaban esperando los repartidores en el portal, sofá en ristre, para subirlo y montarlo.
Y como creo que ya he estado hoy mucho rato sin usar el sofá hoy, apago el ordenador y me voy un momento al salón. Es para una cosa...
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