Evocador a más no poder.
Tengo el recuerdo de haber visto esta película de niño en un cine de verano y algo más mayor (pero aún niño) en el autobús volviendo de una excursión escolar. Y no la había vuelto a ver, creo, desde entonces, de modo que no me acordaba de prácticamente nada, salvo una cosa: la sensación de haber disfrutado mucho viéndola.
Así que, aprovechando que la reestrenaban en el cine y tenía la tarde tonta, me acerqué a verla, con la mezcla de sensaciones entre la ilusión y el miedo (hay cadáveres que es mejor no desenterrar y a veces los iconos de la infancia nos decepcionan cuando los revisitamos), pero a ello me puse.
Salvaban la prueba holgadamente, y es que aunque tampoco la iba a ver con los mismos ojos que cuando tenía (¿la vi con 7 años?), pues sí que la disfrutaba, saboreando ese sabor añejo de película de aventuras que empieza en lo más alto, con la trepidante fuga de los Fratelli a ritmo de una pegadiza banda sonora. Luego sonreía de oreja a oreja cuando me volvían a presentar a la pandilla (especialmente gracioso en el caso de unos jovencísimos Sean "Samsagaz" Astin y Josh "Thanos" Brolin) antes de que se introduzcan en ese desván, para volver a descubrir el misterio de Willy el Tuerto.
Pues eso, que mola, aunque hay cosas de las que en su día no era consciente y que me arqueaban la ceja, como el cutre recurso de convertir en "italiana" a Rosalita, que obviamente era hispana en la versión original, pero como traducían el "no sabe ni una palabra de inglés" por "no sabe una palabra de castellano", cambiaban español por italiano, haciendo así que el mapa del tesoro estuviera... en italiano.
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