Si eres culpable, estás muerto.
Siguiendo con el universo televisivo urbano de Marvel, le tocaba el turno a uno que ya salió como artista invitado en Daredevil, demostrando de lo que era capaz y exigiendo a gritos una serie propia. Hablo de Frank Castle, el Castigador.
Castle es un exmarine que llevaba una vida relativamente feliz (bueno, no tanto, pero eso lo va contando la serie) hasta que su familia fue brutalmente asesinada, haciendo clic en el cerebro de Castle, que se convertiría en una máquina de matar y castigar el crimen, limpiando el forro a cualquier criminal que se le ponga por delante y no dejando títere con cabeza en mafia alguna, pero de forma expeditiva, sin juicio ni nada. Esto, que le convierte en ídolo de cuñados, en la vida real haría de él alguien indeseable, pero en la ficción da muchísimo juego.
Además, cuenta con uno de los mayores aciertos que he visto en mucho tiempo, dando el papel a John Benrthal, que está sublime en su papel de lunático atormentado, cuya voz impone y cuyas miradas aterran al más pintado. Alguien que consigue que te creas todas las fantasmadas de la serie, que no son pocas, pues al fin y al cabo es un tebeo de superhéroes, tampoco nos vayamos a poner exquisitos.
Conspiraciones y la investigación en paralelo: por un lado Frank Castle y por otro la agente de Seguridad Nacional Dinah Madani (me confieso enamorado de ella), para tratar de desarticular una trama de malos muy malos, con tentáculos muy metidos en las altas esferas. Muchos tiros, muchas peleas, mucha sangre (es una serie muy violenta), básicamente lo que cabía de esperar de esta serie, que se planta en la segunda posición de series de Marvel de Netflix, justo detrás de Daredevil, pero bastante más cerca de esta que de las otras.
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