Portada que no desentonaría en la sección de adultos del videoclub.
Una de las series de moda en Netflix, aunque pasó sin pena ni gloria por televisión cuando se estrenó en noviembre, que picó mi curiosidad cuando buscaba algo cutre pero ameno que llenara el vacío dejado por la insustancial a la par que deliciosa Elite, pero el resultado ha sido decepcionante y he optado por abandonarla después de 3 capítulos y medio.
El planteamiento era prometedor: Hugo, un stripper de elite, es condenado a prisión por un delito que no ha cometido y 7 años más tarde, y a la prometedora abogada de un superdespacho, que lo mismo lleva una fusión de empresas que un penal, le asignan la tarea de reabrir el caso porque sí, pues hay cosas raras y hay que repetir el juicio. Y como es mona, le dicen que OK, que el condenado sale sin fianza ni hostias, y que ya si eso repiten el juicio, cosa que Hugo aprovechará para dedicarse a investigar el caso por su cuenta, no sea que la abogada pueda hacer su trabajo.
Y de fondo tramas de drogas, sexo, corrupción política... buenos mimbres para perpetrar un maravilloso sinsentido en el que la trama sea buscar excusas rocambolescas para que el protagonista se quite la camiseta, y lo que no es la camiseta. Pero no, aunque la serie consigue una trama bastante ridícula en la que nada es creible, lejos de ser divertida es un pestiño infumable en el que algunas de las actuaciones son de vergüenza ajena (y eso que iba predispuesto a ver actuaciones de vergüenza ajena) y hasta el generalmente soberbio Pedro Casablanc parece haber ido al plató de rodaje con la sana intención de no tomarse la fiesta en serio.
Lo malo es que la serie sí parece intentar tomarse en serio a sí misma, aburriendo a las ovejas, y ofreciendo como único aliciente visual, cuándo será la siguiente escena en la que los protagonistas enseñen chicha. Y cuando esto sucede, claro, la autoestima de un servidor se va a llorar al rincón.
Y con esta foto revelo el 99% de la trama de la serie.
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