Es ver la foto y ya me entran ganas de bostezar.
A pesar de las grandes críticas que está recibiendo, mi instinto me previno contra esta película, pero me la recomendó muy fuerte alguien de cuyo criterio me fío y decidí darle una oportunidad.
Esta vez no acertó, y es que no solo he sido incapaz de ver a esta película las virtudes que se le suponen, sino que me supuso un suplicio que me hizo llegar a plantearme varias veces la posibilidad de irme del cine antes de que terminara, ya que dura tres horas, de las que dos me las pasé mirando el reloj.
Tras un prólogo de literalmente 45 minutos (lo que ya puede dar una idea del ritmo de la película), nos cuenta la historia de Kakufu, un director de teatro que tras sufrir un trauma en su vida se muda a Yokoshima, para trabajar con una productora de teatro que va a representar Tío Vania, de Chejov, y allí conoce a gente que para él será importante, destacando Watari, la chófer que, por obligación contractual tiene que conducir el coche de Kakufu, a pesar de la reticencia inicial de este. Ese detalle, que da título a la película, no es baladí, ya que para él su coche es su templo, el sitio donde encuentra tiempo para sí mismo y se refugia de sus problemas. Y verse obligado a compartirlo le obligará a compartir otras cosas de su vida.
Extremadamente lenta, no solo se me hizo pesada, sino que además me dejaba con una constante sensación de no saber lo que me quería contar, como si fuera un mar de metáforas que no terminaba de entender, entre sus laaaaaaaargos planos, sus soporíferos silencios o las largas y repetitivas escenas de los ensayos que no me aportaban nada más allá la sensación de que esta película dedicaba 180 minutos a lo que podía haber hecho en la mitad. Y, para rematarlo, un final que hace la película agonice y no se quiera terminar de ir, teniendo como momento más disfrutable ese en el que por fin salen los títulos de crédito y se encienden las salvadoras luces de la sala, permitiendo al espectador salir de ahí.
Habrá a quien le haya gustado, pero sin duda no ha sido mi caso. Hacía tiempo que no me aburría tanto viendo una película.
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