Estirando el chicle con cierta gracia.
La primera entrega, A todo Tren: Destino Asturias fue una sorpresa agradable, gracias en parte a que no esperaba absolutamente nada de ella, y me hizo la suficiente gracia como para darle una oportunidad a esta secuela que, oye, tampoco está mal. Con los mismos defectos y las mismas virtudes que su antecesora, consigue mantener el nivel.
Repitiendo la inverosímol premisa de los mismos niños que se vuelven a quedar solos en el tren, mientras los adultos que los han perdido tienen que buscarse la vida para adelantarlos, aquí Leo Harlem y Santiago Segura ceden el testigo a Paz Padilla y Paz Vega, para que sean las que la lían petardísima en su precipitada ruta a Perpignan, cometiendo todo tipo de delitos por el camino (se cepillan de un plumazo medio Código Penal), mientras que los niños van viviendo sus locas aventuras dentro del tren.
A quien gustara la primera, le puede gustar esta. Es más de lo mismo.
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