La universidad se yergue ominosa, posando para la foto.
El día anterior (el del partido) había sido muy andarín, de modo que me apetecía algo más pausado. Así que tras levantarme sin proisas y desayunar, me puse en marcha y tiré por la ribera del Clyde hacia el Oeste, llegando así al museo Kelvingrove, y como era gratis, me metí a pasar ahí la mañana. Este museo me recordó a una versión en miniatura del Brittish, la National Gallery y el Museo de Historia Natural de Londres, con su parte de bichos, su parte de piedras y su parte de cuadros.
Luego fui a ver la universidad, cuyo exterior es espectacular (era como ver Hogwarts) y me fui a comer, a un resaturante indio que me habían recomendado, cerca de Ashton Lane.
Ya comido, voy volviendo al centro y me acerco a curiosear a la gurdwara (templo sij), donde me tengo que descalzar y poner una bandana, con tan poco estilo que más parecía un cosplay de Doña Rogelia, pero suficiente para entrar.
Vuelvo al hotel, para descansar un rato, y luego vuelvo al callejeo, visitando entre otra cosas, tiendas de juegos locales, que la cabra siempre tira al monte. También compro algún suvenir de regalo y, tras dejar las bolsas en el hotel, salgo de nuevo a cenar. Como no tengo mucha hambre, me atrevo con esta aberración contra las sagradas leyes de la naturaleza.
Es una barrita de Mars rebozada.
Para cerrar el día, me doy otro paseo por el bullicioso Glasgow nocturno, ubico la parada del autobús para el aeropuerto del día siguiente y me retiro a dormir.
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