El mercader de Dublín.
Día de vikingadas, empezando por una visita al Dublinia (un museo interactivo muy interersante), pero como era demasiado pronto hemos ido a dar una vuelta al castillo de Dublín. Un rato después hemos vuelto y nos hemos imbuído de la historia de Dublín, desde sus tiiempos de asentamiento vikingo hasta la arqueología más moderna, pasando por su etapa medieval. Y lo mejor de todo, ¡te dejan disfraces para hacerte fotos! Muy divertido y muy recomendable para quienes, como a mí, les guste hacer el tonto.
Más seria, al menos en teoría, era la visita al museo nacional, con su gran exposición de arqueología, y donde el guarda era un cachondo, al que le hemos caído en gracia cuando le hemos dicho que veníamos de Bilbao, con perlas como "intentad no romper nada, por favor, pero si rompéis algo no os preocupéis. Tenemos visitantes franceses, les echaremos la culpa a ellos".
Al salir del museo hemos intentado ir hacia el puerto, pero poca hostia había ahí para ver, de modo que hemos vuelto, hemos comido y hemos dado otro garbeo, viendo cosas como un museo de arte moderno, el espectacular Spire (una columna metálica de 3 metros de diámetro y nada menos que 120 metros de alto) o la Black Church, una iglesia de agradable aspecto que había sido reconvertida en oficina, pero conservando su aspecto de iglesia.
Luego, cosa que suele ser típica, a un pub a tomar una pinta y al hotel a descansar.
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