Dos monstruos del cine cara a cara.
Javier Cámara y Ricardo Darín son, cualquiera de ellos, reclamo suficiente para ir al cine a ver una película, así que si los mezclas a los dos, te encuentras con joyitas como Truman, una película agridulce y justa ganadora del Goya.
Cámara es Tomás, un hombre que vive en Canadá y vuelve a España a visitar a Julián (Darín), su amigo del alma, que ha decidido renunciar a luchar contra el cáncer y sabe que su vida ya está próxima a terminar, y quiere dejar bien atados todos los cabos antes de marcharse. Y entre esos cabos está ver qué hacer con su otro mejor amigo, su perro Truman.
Lo que nos encontramos es lo previsible leyendo la sinopsis, sin que eso la haga menos interesante, ya que es una película muy bonita y emotivalenta, con un ritmo a veces lento (pero nunca pesado) y algunas escenas que dejan la lágrima colgandera (el aeropuerto, por ejemplo) y otras que invitan a la reflexión (es duro ver cómo a Julián algunos le tratan como si ya estuviera muerto, o el amor con el que se esfuerza en separarse de lo que más quiere en el mundo).
La presencia de esos dos fueras de serie como son Darín y Cámara (añadiendo secundarios de lujo, como Francesc Orellá o Javier Gutiérrez) promete una buena película y sin duda cumple su promesa.
Yo la recomiendo. Pero ojo, que puede caer alguna lágrima en el intento.
Yo la recomiendo. Pero ojo, que puede caer alguna lágrima en el intento.
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