Mi nariz a la noche.
No estábamos acostumbrados a tener un invierno de verdad, y esto de que en diciembre y enero haga frío se había convertido ya en una rareza. Sin embargo este año el frío extremo ha decidido campar por sus anchas, y no recuerdo haber encendido nunca tantas veces la calefacción.
Pero eso no ha servido para evitar que el aire polar y húmedo se cobre en mí una víctima, propinándome un nada divertido resfriado que me tiene con la horrible congestión nasal, la misma que me ha despertado hoy a las 5 de la mañana sin poder respirar y dolor de cabeza.
Tentado he estado de faltar al trabajo, pero con la oficina en cuadro y la mesa llena de papeles me ha podido la conciencia (¡sí, tengo de eso!) y he acabado yendo. Y para bien, que el aire fresco de las 8 de la mañana ha hecho que mis pulmones resucitaran un poco.
Las drogas se han encargado del resto.
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