Así lucía, más o menos, mi viejo ordenador.
De un tiempo a esta parte mi ordenador empezaba a renquear y a veces le costaba procesar las cosas. Se ralentizaba y llegaba a extremos de desesperación, hasta el punto de que se colgaba al proceso de colgarse, el puntero avanzaba pasito a pasito por la pantalla y en ocasiones era imposible hacer doble click, pues los reconocía como dos clicks aislados.
Esto, que no solo me pasaba a mí, al principio pasaba los lunes al iniciar, durante un ratito, y luego se fue extendiendo a los viernes, a la hora de actualizar servidores. Después venían los cuelgues tras los ratos de estar el ordenador inactivo (por ejemplo, al volver del mostrador) y finalmente, cada dos por tres y porque sí.
Era horrible, y una gran traba para el trabajo. Llegaba al extremo literal de tener que estar quince minutos de reloj para abrir un documento de Word, cambiar una palabra y guardar. No exagero, he llegado a tirarme 15 minutos para eso. Era la pesadilla de los perezosos de Zootrópolis hecha realidad.
Sin embargo, la cosa ha sido más o menos rápida, pues desde que surgió el problema y nos quejamos hasta que nos han ofrecido la solución solo han pasado días. Unos 1000 días, pero días al fin y al cabo.
Ahora, con un ordenador que teóricamente funciona, la parte tostón es tener que andar reconfigurando todo, planteando los accesos directos y demás. Pero al menos no tendré que sufrir un ordenador con el que a veces llegaba a olvidar qué era lo que estaba haciendo. A lo mejor lo que tengo ahora no es una maravilla, pero si me sirve para hacer mi trabajo sin exasperar, me conformo.
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