Una prueba más dura que esta.
Seguramente la serie de animación más famosa de todos los tiempos y, con 30 temporadas, me atrevería a decir que también la más longeva. Como allá por marzo me cogí una cuenta de Disney+, una de las propuestas que me hice, aprovechando que está en su catálogo, es verme entera esta serie (no del tirón, claro), con sus treinta temporadas.
Excluí las primeras 10, que aunque son las mejores me sé los capítulos casi de memoria (Antena 3 se encargó de ello durante años) y ahí que me he puesto para ir viendo a poquitos. Algunos los había visto alguna vez y otros a cachos, pero a medida que van avanzando las temporadas (estoy terminando la 18) hay más terreno virgen. Y como en una mina sobreexplotada, cada vez cuesta más encontrar diamantes entre la roca y los capítulos oscilan entre mediocres y malos, con alguna excepción puntual y rara vez más de una cosa graciosa por episodio. Y todavía no he pasado por lo peor.
Pero mi espíritu completista, unido a la esperanza por pescar algún capítulo aún aprovechable, me da fuerzas para seguir con esta gesta.
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